sábado, 18 de noviembre de 2023

Tempo y un amago de espacio

 El paso del tiempo es inexorable y tiene sus propias leyes, leyes que parecemos ignorar. Leo un artículo loco, loquísimo, acerca de una panda de ricos, riquísimos, convencidos de poder engañar al envejecimiento gracias a la inversión de dinero y tiempo - ¿tiempo? ¿No era eso lo que deseaban obtener? - como si la juventud fuera un tesoro, sí, querido Darío, en mano sólo de unos cuantos. Que lo es, por supuesto, el dinero y la esperanza de vida van unidos, pero me temo que no la juventud eterna.  Postergar lo inevitable no es vencer. Y la mayor parte de las veces resultará ridículo y siempre ilusorio. A mí, por lo visto, me toca ser Silver en este momento de mi vida, la última estupidez al albur de los tiempos, cuando, como mucho, me vería como Estaño. Por favor, llámame Tin, ou yeah.  Bach terminó de componer las variaciones Goldberg con mi edad. Este hecho sí que sacudiría el guion de mi vida. Pero la plenitud cada cual la sitúe donde quiera. Faltaría más.

Resulta que la menopausia es un sinsentido biológico, vaya por dios. Que la selección natural favorezca unos genes que alargan la vida más allá de la fase reproductiva no debería entrar en sus planes. Pero lo hace. No podía ser de otra forma, estoy de acuerdo, un sinsentido que ni los acólitos de Darwin entienden. Como señora menopáusica tengo mucho que decir, con o sin selección natural. Basta con ir a tu doctora de familia, ¡una señora de tu edad!, y ver que seguimos en la caverna. Te miran con cara de pez si comentas tus dudas, incertidumbres e ignorancias. E incomodidades y carencias, más de una. Y cómo no tenerlas si nadie te habla de ellas. Pero una ginecóloga joven -desconozco, de momento, si un ginecólogo joven daría el mismo resultado- y todo un mundo de soluciones, contadas con amabilidad y rigor, estarán a tu alcance. No desesperes y pregunta hasta quedar afónica.

Tras la locura laboral de este último año y medio que me obligó a dejar de lado mi proyecto de libro - relato, testimonio, llámelo, si gusta, vaya usted a saber- volverán en breve, eso espero, a la pantalla de mi portátil el esfuerzo, el daño y el intento de redención que supone contar una historia que ojalá no debiera ser contada. Trasladarse a la España en blanco y negro del año 1981 es narrar el espanto para mí, pero sigo empeñada en contar una de las infamias de nuestro país, el envenenamiento por aceite adulterado con anilinas, o también conocido por aceite de colza, neumonía atípica o, su nombre definitivo y científico, Síndrome del aceite Tóxico. Como si ese baile de nombres quisiera ocultar lo escurridizo que ya de por sí resultaba el tema. Será una infamia, una de tantas, pero para mí nunca fue una más, convertida en el eje sobre el que ha transcurrido mi vida. Muy a mi pesar. 

Y no sé si de verdad escribo, pero de verdad lo intento.

Leo “La palabra autor viene de autoridad”. ¿De ahí mis problemas al escribir?, uno más. Quizás. Aunque en realidad creo que a veces quien nos arrincona es nuestro propio cerebro.

Comienza el tiempo que disfruto, días de poca luz y fríos, aun deseando que el frío sea más frío, un frío de verdad y no este simulacro. Una de sus ventajas: la mejor época para localizar a los gatos, de nada sirven en este tiempo sus escondites ninja, dónde se habrá metido el puñetero gato, minino, minino. Más complicado si su pelaje es gris. Y ahora encontrarlos sin esfuerzo, pegados a cualquier radiador o convertidos en uno contigo y la manta, a tu alrededor mullido. El calor y la lealtad interesada. El carácter felino es poco dado a sentimentalismos y siempre parecen estar donde quieren estar. Dos cualidades que admiro.

El péndulo histórico balanceándose hacia el peor lado, comenta Jorge estos días. Volvemos del centro de Madrid tras pasar por Gran Vía, hoy tomada por banderas y gentes de bien coreando consignas del mal. Ese balanceo se me hace obsceno y nauseabundo. En los últimos meses solo pienso en la forma de abandonar ya no esta ciudad, sino la Comunidad entera. Estoy cansada y desconcertada. No entiendo nada.

 

espacios

Recuerdo que una vez, cuando era niña,
me pareció que el mundo era un desierto.
Los pájaros nos habían abandonado para siempre:
las estrellas no tenían sentido,
y el mar no estaba ya en su sitio,
como si todo hubiera sido un sueño equivocado.

Francisca Aguirre

Las antenas que veía desde la ventana de una habitación del hospital. Imaginar alas. Que fuera posible volar y encaramarme a ellas. Poco se podía contemplar desde la planta sexta, poco desde una postura inmóvil y unos músculos impredecibles y rígidos, desatentos a mi voluntad. El desorden y la novedad. Mi cuerpo ya no volvería a ser mío. Sin ser consciente de ello estaba iniciando un camino de desapego y extrañeza con respecto a él. Cada día al despertarme proyectaba mi vida un año adelante, imaginando que volvería a ser la misma que era hacia apenas unos meses, del presente que hubiera correspondido y ya no. En aquel entonces todavía estaba convencida de que en algún momento volvería mi cuerpo anterior, uno sano, autónomo y con la misma apariencia a la que estaba acostumbrada. Pero nunca sucedió, no volvió y tuvieron que pasar décadas hasta que pude asumir y firmar la paz con aquel nuevo organismo que había invadido el anterior hasta hacerlo desaparecer.

Fagocitándolo.

(Así empezará, o no, qué sé yo. Pero así empezó)


2 comentarios:

Maman Bohème dijo...

Hola Marga

Creo que es un buen comienzo para un libro. Sobretodo si empezó como lo sientes. Dan ganas de saber mucho más. De querer saber toda la historia.
Creo que escribes muy bien. Así que aunque no nos conocemos yo te animo a que sigas.

Sobre la menopausia, como "señora ya mayor" como nos catalogan cuando entramos en esta etapa de la que los médicos son los que no tienen ni idea o pasan del tema y de la que también estoy inmersa te diré que una ha de investigar por su cuenta y no rendirse.

Mi médico es un chico joven que seguramente le encantan los partos y no las viejas. Si le preguntas algo te mira como: qué me está contando señora!! Así que sigo varias cuentas por instagram apoyadas por doctoras que sí saben o al menos investigan.
Y te sientes más acompañada.
Es todo un tema esto de "hacerse mayor". En esta sociedad de porquería todavía estamos inmersos en la juventud eterna y que todos debemos estar estupendos.

Te mando un besazo!!!!

Marga dijo...

Gracias por tu comentario y ánimos.

Sí, lo de la edad es de risa, entre mayores y mujeres, ignoradas por partida doble. Es verdad que puedes investigar por tu cuenta, pero no siempre es fácil diferenciar entre verdad y delirio, y mucho más tratándose del mundo femenino que no sé porqué deriva a veces a una vertiente mística-absurda que me pone pelín de los nervios.
Nada, nada a reivindicar que sea la Ciencia y la Sanidad quien se ocupe de nuestras dudas. Así que a preguntar y molestar hasta que nos hagan caso jeje.