martes, 24 de octubre de 2023

De afanes y faenas

Voy descubriendo todo un movimiento literario británico de mujeres que escriben entre guerras en el siglo XX. Y sin renegar, para nada, del relato masculino, fantástico y leído con fruición y ganas por mi parte, poco a poco y con esfuerzo personal voy descubriendo una narración en las sombras. No por estarlo siempre, ya que en su momento fueron muy leídas, pero el tiempo dejó de mencionarlas, su literatura no pasaba al relato de la permanencia, la posteridad, ese único objetivo vital que parece haber marcado todas las épocas. El de ellas era, es, un relato diferente ¿literatura de mujeres? No, cretino, es que cuentan desde el espacio que conocían y al que accedían, el único permitido, diferente porque nuestras vivencias son otras, nos guste o no, y nos gusta más bien poco en muchas ocasiones, pero ese es otro cuento que ahora no toca. Vida y escritura forman un todo único, pensaba Proust, y sucedía que el todo del escritor siempre era más todo y se podía permitir el lujo de contar, contarnos desde lo general a lo particular o viceversa – presumían. Pero sólo porque la idea de general y particular partía de su mundo y nunca del nuestro. Este punto de partida pudo ser malicioso, a veces lo era y lo sigue siendo entre los bobos, pero también era el imperativo aceptado por unos y otras como paradigma inamovible. Mejor no olvidar que cada época pone el foco sobre sus temas culturales y este es el nuestro. Y ojalá no represente una moda o un adorno más. Y así leo a Elizabeth Taylor -mencionaba en las pocas entrevistas que concedía, su indignación al ser confundida más de una vez con la actriz del mismo nombre-, y me sorprende y agrada leer que para Chirbes era también una escritora apreciada como menciona en sus Diarios. O El césped de manzanilla de Mary Wesley, en el que me asombra la procacidad con la que describe algunos pasajes de sexualidad femenina para la época - siempre pensando que nuestras abuelas fueron más pacatas que nosotras, qué error de arrogancia y desconocimiento, de la manita una y otro-  o Elizabeth Jane Howard con la serie de libros río de Los Cazalet, qué verano aquel sin soltar sus libros, y el último, La familia Aubrey de Rebecca West, la voz narradora de una niña que no es tal, de unos personajes peculiares y divertidos con los que más de una vez suelto una carcajada por su visión acertada y cruel del mundo de los adultos. Y todas en común, hablando desde una voz doméstica, aunque sus relatos sean tan diferentes. Ese interior de la vida y la casa al que nadie prestaba atención pero que sitúa un tiempo y sus disyuntivas vitales tanto como el de otros relatos más mundanos. Voces y a voces, porque deberían haber gritado para seguir siendo escuchadas. No por imperativo, sino por dar a conocer el mundo desde un punto de vista diferente y complementario. Ese logro.

Muere Louis Glück. Leía a esta poeta tiempo antes de obtener el Nobel lo que me permitió hacerlo en los ejemplares de la editorial Pretextos, ediciones que yo apreciaba bastante más que las de la actual Visor. Todo empezó con El Iris salvaje, un poemario delicioso, ganador de un Pulitzer y que me llevó al enamoramiento de su poesía. Cada vez quedan menos poetas que me entusiasmen, aunque siempre podré tirar de los que me han gustado. En cualquier caso, siempre es una mala noticia la muerte de uno de ellos y Glück era buena, de las mejores. Ojalá allí donde probablemente no esté, pero sí en mis deseos, encuentre las palabras que más de una vez le faltaron y no supo encontrar. No se me ocurre mejor Paraíso, querida Glück.

Por obra y coste de Jorge, tengo varias historietas por leer y me siento en el sofá como el gato golosito. El último Macanudo de Liniers, me parece muy bueno, algunas tiras para aplaudir. Mi amiga Maca le conoció en un curso de Ilustración, le pareció un tipo algo petulante y poco generoso – los artistas suelen serlo, tacaños al mostrar sus procesos creativos, me hizo gracia su comentario porque ella pertenece al gremio-. Y desde entonces no sé cómo conjugar el Liniers creador e individuo en mi cabeza, pero ya, es algo que en ocasiones nos sucede a todos. También el último publicado de Tom Gould en nuestro país, Goliat, que aún no he abierto, o la que será la última historieta de Los Profesionales de Carlos Giménez, según asegura el autor. Y comienzo a sentir nostalgia sin que aún sea necesaria – ya he hablado de ese rasgo un poco estúpido de mi carácter- porque creo que algunos de mis referentes comienzan a ser muy mayores. Y es que yo también comienzo a serlo y no sé si asustarme ante el primer síntoma del estrechamiento de mi mundo, que imagino algún día llegará. De la vida y su transcurso.

La última escapada a Vitoria con el Señor de los pájaros deja un poso de calma y alegría. La calma dura poco, es verdad, apenas un par de días, pero algo es algo. Una visita al observatorio de Salburua en la que un día tonto provoca que haya pocas especies, eso y que esta vez se ven pocos humedales para lo acostumbrado allí. Hablamos con alaveses dispuestos y dicharacheros, a la espera de conseguir la fotografía de un azor que no parecía estar muy poco por la labor, de naturaleza esquiva y puñetera son. Y me hace mucha gracia contemplar la forma en la que viven su pasión pajarera estos señores grandotes, algo infantiles en su tenacidad y competitividad, pero pacientes y solitarios para llevarla a cabo y sin desperdiciar nunca la ocasión de compartir sus descubrimientos con entusiasmo. Otro de los días conoceremos un Románico extraño, policromías que se han conservado gracias a la costumbre de ocultar las pinturas situando un retablo encima de las pinturas, cuando no encalando directamente sobre ellas. Cada época tiene sus querencias y su aquel. Ver estas iglesias y algunas de su pinturas nos hace ser conscientes de que en el S XIII ya existían los tebeos y se usaban con ánimo didáctico y narrativo, vaya sí se hacía.

Y una sugerencia: los conciertos de la NPR Tiny Desk Concerts. Son como pipas, uno te lleva a otro y esta vez el algoritmo acierta casi siempre porque todos son fantásticos. Si os ponéis con ellos que sea con tiempo, yo sé de dos que a veces comen o cenan a las mil por dejarse llevar por el ritmo.

Todo va y no va mal. No provoques a los dioses, Marga. A veces con ganas de recorrer a zancadas lo que me rodea, por abarcarlo todo. Y en esas estamos. El afán y la faena.

Cuando te vayas, vete del todo,

descontando la vida visible de todas las cosas.

Louis Glück, El Iris Salvaje

                                                      



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