Leo que uno de los militares que desaparecieron a Víctor Jara se ha suicidado antes de poder enfrentar su condena. Muerte merecida, muerte que es menos que nada, como su obscena vida, muerte que no representa ni siquiera un amago de justicia, ni la manida poética. Desde mi infancia llegan las canciones de Víctor Jara, de una familia tan cantarina como politizada, y yo, mezclando el son con las risas en aquellos días luminosos. Y la suya sí, una muerte lamento, una muerte ojalá nunca más muerte.
Algunos días rebusco en el archivo de la web de RTVE, joya documental como
pocas. Basta con teclear “escritores” y todo un mundo polvoriento, pero no
olvidado ni innecesario, vuelve a nosotros, ese mundo sin aristas de lector y
admiración. Y de gafas y camisas imposibles. Como una cría glotona elijo la
siguiente golosina. O la lujuria de las palabras. Nací para poeta o para
muerto, recita Gloria Fuertes, escogí lo difícil.
El sábado vimos El sol del futuro de Nino Moretti. Y al
salir del cine quisiera llevarme a este señor envejecido, egoísta y gruñón, que
ha despistado la vida, que no entiende ya nada del mundo que le rodea, ni a su
hija, ni al cine que se rueda, ni a su mujer, a ella menos, mucho menos – él: "te necesito"; ella: "no, no me necesitas, te soy útil". Sentenciosa y certera- señor
descabalgado del presente. Quiero llevármelo, como decía, a casa y que ponga
banda sonora a mi vida durante unos días. Canciones italianas que desconozco
desde qué desván de la memoria levantan mi ánimo y ganas sin ningún esfuerzo, y
danzar con él en mi salón a ritmo de Batiatto y zíngaros del desierto.
Susurrarle al oído, no estás solo, yo tampoco sé si se trata de despiste o falta de
entendimiento. Solo que no ruedo películas. Y aplaudir el final que
elige como director, película dentro de una película, rodar la posibilidad histórica
que no fue, desfilando con una banda circense, elefantes, actores y amigos, la
alegría de la mano. Y ese señor descuidado, pero no vencido. O no del todo.
Comienzan las sesiones matinales, pocos placeres parecidos al de levantarse un poco antes para ir al cine, pasar de la luz del sol a
la oscuridad en un corto trayecto, comentar la película mientras tomas un vino y caer
en la cuenta de que aún queda todo el día por delante. Es el pistoletazo de la
llegada del otoño y el placer de volver al cine como adictos, sin cura ni
redención.
En el desayuno leo y descubro la existencia de unas formaciones
vegetales llamadas círculos de hadas. Las plantas se organizan en patrones hexagonales
en algunas zonas donde escasea el agua y los nutrientes. O como la naturaleza
desde la escasez y enfrentada al cambio, crea belleza y respuesta. Tomo
nota mental para hablarle a los peques de las hadas, estas hadas. La magia real
no necesita de ilusionistas, les diré, ojalá ellos tomen también nota mental. O
como de imprescindible es adaptarse a los cambios y mejor hacerlo con estilo,
ou yeah.
El trajín con el canapé, ropa fuera, ropa dentro, el adiós a
las sandalias, volver a los espacios cerrados, celebrar con los galos la tanda
de cumpleaños de otoño y planificar el próximo viaje entre peleas e imposibles
agendas, volver al campo y los parques andando ligero sin el peso del calor, ir adelantando la cena cada semana unos
minutos, tener tiempo para volver a escribir largos correos. Y guardar en los armarios los
desbarres, o no, pero sí el verano.
Parole, parole, paroleeeeeeeee.
Imagen de G. Winogrand
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