sábado, 8 de julio de 2023

Y ahi va otro, desbarre

El mes pasado fue mi cumpleaños, 56, ni idea de cómo llegué hasta aquí. Pero aquí estoy. Y ellos están. Los que están.

Fue un día feliz, por definirlo y que nos entendamos, aunque la felicidad y yo nos contemplamos con distancia, cuestión de semántica, quizás, pero fue algo parecido a lo que por convenio entendemos por tal. Me gustaría dejar constancia de este hecho.

Un día después, estaríamos en el concierto de Nikki Lane y De Pedro. A Niki Lane la escuché unas horas antes y me gustó, pero antes de ese momento ni idea de quién se trataba. De Pedro lo conocí gracias a un anónimo que hace mucho, mucho tiempo, se pasaba por aquí. Si alguna vez lo lees, gracias. De hecho, una canción de De Pedro sonó el día de mi boda, septiembre de 2020, qué voy a contar de aquellas fechas, y a pesar de ello estaban casi todos los que tenían que estar, salvo muertos mediante y a los que extrañe muchísimo, pero que tenían su justificación para no estar.  No es que a mí las bodas me entusiasmen, confieso que me resultaban innecesarias, pero en 2019 se convirtió en una cuestión inapelable. “Nos casamos y ya”, le propuse a Jorge.  Él no puso inconveniente, su actitud natural ante cualquiera de mis disparates, y un año después terminamos celebrando una ceremonia en la que, según mis allegados, parecía estar esperando el autobús mientras la concejala nos leía no sé qué obligaciones a las que no presté atención. No sabía que hacer con las manos y las puse en los bolsillos traseros, por lo visto, una pose poco adecuada para una aspirante a cónyuge, y de ahí sus críticas. Sigo siendo de esas personas que por mucho tiempo que pase es objeto de rectificación por parte de su familia, incluso de los más jóvenes. Decir que este hecho me importa poco parece irrelevante. Pero también dejo constancia.

El día de mi cumpleaños mientras comíamos, el marido que conseguí en el 2020 y yo, en un mexicano delicioso, charlábamos sobre la película que habíamos visto días antes, 8 montañas, y que nos había dejado impactados -no sobredimensionemos ni exageremos, ahora es necesario graduar todo que a la menor de cambio se nos va de las manos- me refiero a que al terminar la película nos paramos un rato, sin querer levantarnos de la butaca, recordando lo visto y dejándonos llevar por la emoción provocada. Tampoco es que las emociones nos parezcan importantes, determinantes en nuestro quehacer, pero hablo de cuando algo te deja sin palabras, porque para qué hablar hasta dentro de un rato. O así. 8 montañas nos cuenta un historia intimista, pero que habla de aquello, que a poco que no tengas la mente y la piel de un bruto, te interpela y hace recordar que también somos nosotros, que eres también tú. Relato de padres e hijos y amistad, quién se resistiría, imposible si uno de los dos protagonistas, tras la muerte del padre y pasados unos años, ya adulto, va encontrando las libretas que el padre escribió y que guardaba en escondrijos del camino en aquellas caminatas que compartía con él durante su infancia. Quién no desearía con todas sus ganas que sus muertos lo hubieran hecho. Cuéntame, dime quién fuiste, déjame el mapa de tus pensamientos.

De ahí que os escriba, os deje mi mensaje, y por eso recordad, el 24 de junio de 2023 fui feliz. O parecido. Y os dejo constancia de ello.

Epifanías alegres que ir trazando.


Imagen de Noe Sandas

No hay comentarios: