jueves, 8 de septiembre de 2022

Desbarres veraniegos (y fin)

Anoche cené sopa y he descartado los pantalones cortos en mis paseos de madrugada. No sabía en qué momento poner fin a estos desbarres, pero creo que estos dos hechos dan por finalizado mi verano. Es, pues, oficial, el verano quedó atrás. Doy fin a esquivar la luz.

Disfruto los últimos días sueltos que quedaban de mis vacaciones. Y podría seguir sin trabajar, se lo digo a Él, me cuesta entender a aquellos que aseguran, afirman categóricos, que el trabajo es salud y que sin él se nos desordena el cuerpo y la mente. Bendito desorden. Repartiría mis tareas entre mi mundo y Él, tampoco es para envanecerse, le digo, en mi mundo caben otros mundos y el propio, tanto no quedaría, pero prometo que esos restos, sencillos y cuidados, serían sólo para ti.

Estos días ha sido el trajín, medio Madrid recorrido de acá para allá. Entrevisto al Dr. Posadas y a la Dra. Nogales. Termino la charla con el primero, salgo pensativa, algo rabiosa pero mi ánimo es tranquilo. Me cuesta entender tantas cosas aún a día de hoy, pero él representa la investigación con respecto a mi historia y todos sus tropiezos en este triste y oscuro país, poco hueco queda para mis emociones. Sin embargo, de mi conversación con la Dra. Nogales saldré mucho más conmovida, con ganas de llorar – si no lo hago es porque aprendí en su momento que de nada sirve y que hacerlo sólo aumentaba la incomprensión del resto. Cuando una sociedad no se siente inclinada al consuelo de unos enfermos, mostrar el sufrimiento sólo te convierte en un quejica, poco aguante, llorón-.  Su relato es el de una profesional dedicada a la sintomatología clínica, la nuestra, y ese día a día enfrentada a los enfermos y sus vidas le otorga una hondura humana diferente. Estos días, ocupada en el libro, a veces me cuesta tomar aire y despegar el pecho, pero a pesar de ello me gustaría tener todo el tiempo del mundo para dedicarle. No sé dónde irá a parar nada de lo que escribo y pienso, pero el espíritu de escaladora - toma aire y no te asustes, mantén la calma, abre una vía, sube aunque sea en zigzag- sigue ahí y ya sólo sirve continuar hacia adelante, avanzar cada día o momento libre, un poco más.

Me mueve la terquedad de aquella que desea conocer lo esencial, pero se asusta al pensar que la torpeza pueda llevarla a enredarse con los montoncitos de mierda que rodean su historia.

Y si sólo fuera suya, pero ni siquiera.


 Y menos mal que alguien se ocupa de la belleza en esta casa. Imagen de Jorge y todas sus Colombias

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