domingo, 5 de septiembre de 2021

Zabalita, ya regresamos

Cada vez me hago más mayor -más grande, diría L, que sigue identificando la edad con la altura- y este año me doy cuenta, así, de repente. Me sobran días de vacaciones, no, días no, me sobran acciones, el ajetreo, la ocupación, la necesidad de llenar y el qué. Y sucede, a ratos, que todo se va en un deseo de abrir la puerta de mi casa y que por arte de magia y sin esfuerzo apareciera este paisaje, esta ocupación, ese camarero solícito y cortés – el poder curativo de la amabilidad sigue sin concretarse- y a continuación el café, el arroz, la cerveza o un nada, gracias. Para después, abrir de nuevo la puerta de casa, colocar los zapatos a la entrada de la puerta, rectos, rectitos, y como si tal cosa, sin sorpresa ni ademán, volver a mis gatos, el sofá, mis libros y quehaceres. Se ve que he dejado de acostumbrarme a los sitios novedosos y su inercia. Y casa ya no es cualquier lugar. Esta sensación novedosa de que estar de vacaciones también pudiera traer días gastados. Quién lo diría. O se acabó la exaltación, así de puntillas, no más, y como en sigilo. Tal vez es que no fuera importante, la exaltación, y pertenece a esa categoría de sensaciones innecesarias que el tiempo va desvelando con esa solicitud de amigo, buen amigo, que muestra sin exigencia ni reproche. Porque soy el tiempo y no necesito justificarme, ya va para largo y empiezas a adivinar razones.

En la liza que me traía entre realismo y desbordamiento, ganó este último. Conversaciones en la Catedral de Vargas Llosa. Cuando se lo comento a I le pregunto cómo puede hacerme disfrutar tanto quien respeto tan poco. Da igual, qué tontuna de revisionismos personales me entran a veces. Y lo disfruto tanto, ni imagináis, voy pegada a Zabalita y su mundo cada día de mis ocios vacacionales, sus diálogos endiablados, las situaciones a situar, cuándo se jodió el Perú, cuándo me jodí yo, nos interpela Zabalita. Cuándo nos jodimos todos, le digo, Zabalita.

Jodido Vargas Llosa.

 


 

2 comentarios:

El peletero dijo...

Hola Marga, espero que esté bien. Si no recuerdo mal L tiene ascendencia valenciana (alguna vez leí algún comentario suyo al respecto) y en catalán "grande" es sinónimo de persona de edad avanzada, de persona mayor. A los niños se les dice que se hacen grandes significando que crecen. Y los adultos decimos que nos hacemos grandes, ens fem grans, queriendo decir que envejecemos. Seguramente a L se le debe de haber colado una expresión catalana castellanizándola.

Veo que sigue escribiendo. Yo también, pero, de momento, no publico nada en el blog.

Yo estoy bien, voy haciendo (anar fent), ir tirando.

Saludos.

Marga dijo...

Disculpe, mi querido Peletero!! me he acostumbrado tanto a hablar sola por estos lares que no suelo volver salvo que tenga nueva entrada. Hoy ni eso, pero el caso es que me he encontrado con su comentario y me encanta saber de usted.

L es mi sobrino, uno de los peques que acomodan el lenguaje a un realismo propio y marciano, como corresponde. Pero me ha encantado su explicación.

A seguir tirando, que tampoco es tan malo, ¿eh? Petons