jueves, 27 de agosto de 2020

Tiempo de tregua

Llevo tiempo buscando un adjetivo que defina este año, que pudiera contener las sensaciones colectivas vividas durante los últimos meses pero también las propias, las de mi piel y pensamiento, y esto está resultando mucho más complicado. Leí no sé dónde del año atribulado y no terminó de disgustarme. A veces, mascullando conmigo misma, me refiero a él como el año del Nautilus, desde el momento que armamos el camarote en una esquina del salón y bla, bla, bla, con aquella esperanza, inútil, de crear un refugio a varios metros bajo el nivel del mar y ojalá de un Verne y un capitán Nemo. El caso es que todo debería tener vocación de coordenadas geográficas y no es así, nunca lo fue y no es nada nuevo, soy consciente, pero ese convencimiento no evita la necesidad, la imperiosa e infantil necesidad. Y me da por imaginar que este tiempo ha dibujado tras cada acto o palabra cotidiana un borde no definido, una estela rota y quebradiza. La frágil capa de un lago helado le cuento a I., escurridizo y en el que siempre acechan la posibilidad de la caída y la rotura de su superficie. Sumergiéndote en el agua helada, la intemperie del frío extremo y quién sabe si en la propia muerte.

Y este es el runrún que ha acechado cada día de mis vacaciones, lo he sentido agazapado, como una amenaza inminente a la que no deseo prestar demasiada atención y que sin embargo transita por debajo de nuestros pies con la fuerza susurrante de un pequeño manantial, contenido antes del deshielo. De nuevo el hielo y su superficie cristalina, brillante y bella pero que no por ello consigue ignorar la naturaleza amenazante que es su existencia.

El resto fue románico, curacurasanita, ríos, lagos, morrenas, pájaros y cantos y demás accidentes naturales.  Cansancios y pruebas de J -hasta aquí llego, aquí me paro, ahí respiro y llegamos. Paciencia le digo, nos decimos.

Y en ocasiones nos miramos guardando momentos como la ardilla que atesora frutos secos para el largo invierno. Lograr que no se nos olvide su localización.

 


 

 

4 comentarios:

Carmela dijo...

Esa imagen del lago helado y el caminar sobre su superficie frágil, me parece una imagen muy real del tiempo que estamos viviendo, Marga.
espero que poco a poco ese hasta aquí llego, sea cada vez más largo y tranquilo, y espero que la mejoría se note cada día.
Como bien dices paciencia, y sobretodo que no decaiga el ánimo.

Un beso muy grande!!

Marga dijo...

Hola Carmela color! Ahi vamos e iremos poco a poco, y el ánimo con nosotros...
Voy a verte.
Beso!

TORO SALVAJE dijo...

Ya nos han matado.
Aunque faltan años para la lápida o la urna... es que van muy lentos.

Besos.

Marga dijo...

Jajajaja no te diré que no...