miércoles, 24 de junio de 2020

De seguir sin saber dónde


Continua este tiempo singular que nos ha tocado vivir. Y en él me parece observar que todos andamos apegados a cada acto que realizamos sin por ello dejar de sentir cierto desapego hacía los días que van pasando. De contradicciones vitales andamos sobrados y en este momento una no sabe muy bien dónde colocar los sentires y por ahí van, campando y correteando a tontas y locas, esquivando miedos o euforias.

Llevamos unos días armando un camarote en nuestro salón. Lo situamos junto al ventanal y en su entrada colocamos un par de librerías de obra que vestimos con libros grandes, tamaño XXL, los más vistosos y coloridos en una, y la colección de poesía en la otra. Entre ellas, dos pequeños peces azules que parecen nadar suspendidos en la pared y una boya de vidrio verde y marinera que colgamos del techo. Aprovisionamientos de unos viajes que parecen ya tan lejanos no por el tiempo transcurrido sino por la ligereza con la que los planificamos y se llevaron a cabo. La inmediatez y el capricho no resultan tan sencillos en estos días. Diríase que nunca existieron tal es la adaptación que nuestra mente adopta ante los cambios por alucinatorios que pudieran parecer en un principio.

Y así, poco a poco, nos vamos amoldando. Y ahora podríamos llegar a entender a esos niños maltratados que no tienen ningún problema en ser agradecidos y amar a sus maltratadores: es como nos sentimos ante un mundo que nos ha puesto del revés y ha decidido triturarnos en una vuelta de tuerca más.

Pero yo hablaba de nuestro camarote. Un espacio pequeño como todo en esta casa. O casi todo, salvo J. Un lugar nuevo desde el que poder mirar, permanecer, guardar. Nuestro Nautilius y un capitán Nemo que cultiva su misantropía, deseoso de evitar peligros. Un espacio sobre un mundo quieto o ya nos gustaría pensar. Rodeados de las pertenencias que más valoramos y que más bellas nos parecen. Con la confianza ciega que ponen los niños en los sortilegios y la intención de calmar terrores. Y cuyo significado y alcance sólo ellos entienden.

Apaciguando el miedo.





Campo del Moro, 24 de junio de 2020. Los bancos volteados para que no se siente nadie. Otra imagen.

2 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Lo peor... nos han encarcelado la mente.
Y eso no tiene arreglo.

DaliaNegra dijo...

Creo que ya estábamos encarcelados y se nos permitía planificar viajes con ligereza (revolotear en jaulas más grandes)
Ahora son más visibles los barrotes, tal vez esto sea bueno, localizar al monstruo te da la posibilidad de elegir como aniquilarlo.
Besos,lagartija***