miércoles, 21 de septiembre de 2011

Voces

Nunca regreses al lugar en el que una vez fuiste feliz. Como máxima podría parecerme bien pero reconozco que nunca hice demasiado caso. He procurado volver a los libros que me hicieron feliz y si practico la relectura no entiendo porqué no he de practicar el retorno en otro modo. Eso de la felicidad debe andar sobrevalorado, me digo. Una superchería más como las cremas antienvejecimiento o la crionización, como Darwin aplicado a los sexos o las clases sociales. Igual. La necesidad de invención del ser humano nunca ha dejado de sorprenderme, de dejarse anestesiar por martingalas, también. Es desconcertante, estaréis conmigo.




Este verano regresé a los dos volúmenes de memorias (literarias dice el autor. ¿Qué es ficción, recuerdo o literatura de ellas? Siempre a caballo del mismo jamelgo cojitranco y tuerto. Lo sé) de Caballero Bonald. No había vuelto a ellas desde la primera vez que las leí, tal vez con 17 ó 20 años. En aquel entonces se convirtieron en un corpus literario del que tardé en desprenderme. Ahora, tantos años después, me he pasado la lectura enmendando la plana al autor, contradiciendo muchas de sus aseveraciones, reafirmándome en otras y recriminando algunas. Y sin embargo no creo que haya disfrutado de la lectura menos que aquella primera vez. Podría hablar, como mucho, de un cambio de perspectiva provocada por la evolución del personaje/autor y también de todas las lecturas sucedidas en mí a lo largo de estos años. La literatura ha cambiado y yo también. Y pienso que el cambio ha sido más afortunado en mí que en ella. Así están las cosas.



Pero por muchos desacuerdos que haya alcanzado con Bonald no por ello he dejado de disfrutar y añorar la calidad de su léxico. Un léxico ya olvidado, vituperado por las prisas que todos parecemos llevar consigo y la banalidad circundante. El resultado de cualquier forma es haber regresado durante unos días a multitud de expresiones y vocablos en desuso y el goce al recordarlas. Palabras que hace unos pocos años resultaban familiares y ahora resuenan ajenas, casi rancias a nuestros oídos debido a un vocabulario al que vamos despojando de cualquier complicación. No pienso repartir culpas aunque podría señalar más de una causa. Pero la consecuencia es lo suficientemente pobre como para provocar mi tristeza. Las pérdidas nunca suman, sólo provocan duelos.





Si el lenguaje basa su importancia en convertirse en la expresión del pensamiento, mal nos van las cosas si olvidamos que los sinónimos, por ejemplo, añaden matices a una misma reflexión. Si el vocabulario va a menos, la comprensión del pensamiento y la capacidad de afinarlo van junto a él.

Pues eso, mal van las cosas.

(Foto-poemas de Joan Brossa)




12 comentarios:

Colombine dijo...

Si,si,si . La claridad en el lenguaje y el pensamiento van unidas . Por éso es un placer leerte.

EG dijo...

Vivo mis días pensando en cuántas palabras se me escapan, en las pocas que uso y me asombra leerte y que te expreses con amplitud de términos y que me suenen tan bellos. Ni hablar que el castellano es el idioma más rico y tan poco "usado" por los hispano-hablantes.

Tampoco yo hago mucho caso a esa máxima. He vuelto a todo, siempre. Muchas veces regreso solo para saber si hice bien en abandonar...Y nunca me arrepentí de un paso dado. Porque hasta de los errores se aprende mucho más.

Te dejo un abrazo.

El peletero dijo...

Siempre me impresionó la imagen de Brossa sentado en una mecedora de su estudio alfombrado de periódicos usados, echados al suelo de manera descuidada.

Carvalho, el personaje de Vázquez Montalbán, quemaba los libros después de haberlos leído.

Los libros usados esconden a veces objetos olvidados, cartas de embarque, fotografías, postales, tarjetas de visita o anotaciones de teléfonos sin nombre, incluso hojas marchitas o billetes de banco de países lejanos.

Puede que te encuentres también con páginas arrancadas o con palabras, como bien dices, casi olvidadas. De pequeño, al leer “El último mohicano”, no podía entender que alguien fuera el último de su especie y el único con el que podía hablar en su propia lengua. Como Theodora Kroeber, que publicó “Ishi, el último de su tribu”, donde cuenta la recopilación de todo un idioma que únicamente hablaba una sola persona, y que al morir quedó convertido en algo peor que el simple olvido, como ese número de teléfono sin ningún nombre a su lado. Una vez llamé y...

Saludos.

TORO SALVAJE dijo...

Prefiero no regresar como norma de vida.
Siempre duele.
O porque fui feliz y ya no.
O porque no lo fui.

Besos.

Darío dijo...

Que maravillosa apología de la palabra. No hablaré de las memorias del don, que no las conozco. Pero si sé de tu cruzada en favor de la palabra y de lo mal que vamos.
Un abrazo.

Carmela dijo...

Tu último párrafo bien vale enmarcarlo.
Un beso Marga

Licantropunk dijo...

La tendencia es a escribir como se habla, de modo que el empobrecimiento irreversible del lenguaje de la televisión, de la radio, de la calle, se cuela impertérrito en la literatura moderna. Y no, no se escribe como se habla.
Volver a leer un libro "de entonces" o revisar una película "de aquellas", es un riesgo que no se debe correr: el papel escrito o el fotograma revelado no envejecen: envejeces tú. Ay.
En cuanto a la felicidad, la inventaron los publicistas ¿o es que no has visto nunca "Mad Men"?
Saludos.

silvia zappia dijo...

yo también soy de las que vuelven...

y en cuanto al lenguaje, creo que los que conocemos los sinónimos...debemos difundirlos, para que las cosas vayan mejor...un poquito, aunque sea...

Marga dijo...

Colombine, el placer es volver a verte por aquí (y por allí).
Un beso!

Emmagunts, sí, no sé qué manía nos entró por empobrecer justo aquello que más satisfacciones pueda dar: la capacidad de expresarnos y hacernos entender.

Asi que eres de las mías, no? volver, volver... será que somos unas aburridas? jajaja, me da que no.
Un beso, preciosa.

Peletero, sé de que foto hablas, me gusta el desorden de esa foto, la sensación que produce ver ahí sentado a Brossa...

Y tenías que ver la de papelajos que encuentro en mis libros, utilizo cualquiera que esté a mi alcance como separador de hojas. No sucede muy a menudo pero hay veces que encuentro mensajes del pasado que dada mi poca inclinación mística me hacen sobre todo gracia... por no hablar de anotaciones y subrayados que me hablan de mí casi de la misma forma que si fuera de un extraño porque me encuentro incapaz de recordar qué inclinación o vivencia me llevó a señalar precisamente eso...
Por eso nunca quemaría mis libros, el contenido puede ir más allá del texto, no crees?

Pensar en la posibilidad de idiomas que desaparecen me provoca huecos, ays. Sé que todo es cambio en esta vida nuestra y habrá desapariciones más significativas, ya, pero me sucede así...

Saludos.

Toro, mira que eres... y qué harás cuando se te acaben los sitios y los libros en los que ya estuviste una vez? jeje
Un beso!

Marga dijo...

El joven Cuervo, gracias. Nos vemos por las páginas y entre palabras, intentando que nos vaya un poco menos mal...
Abrazo!

Carmela, besos!

Licantropunk, sí, escribir como se habla es una de esas causas a las que me refería, el "colegueo" pretendidamente natural (mentira cochina) con el lenguaje, que es ese mismo que se impone en las relaciones sociales, entre padres e hijos sin ir más lejos... aggg, tienes razón, estoy abuela!!! jajaja.

Y sí, Mad Men lo describe a la perfección... ays.
Por cierto, nada que ver salvo la década: no te pierdas "The Hour", me da que te va a gustar. Serie británica. La primera temporada me ha parecido fantástica...

Saludos seriados.

Rayuela, eso, un poquito, aunque sea...
Un beso!

Magnolio dijo...

Yo también - lo siento - soy de las que piensa que mejor no volver a los sitios donde fuí feliz, pero vuelvo, no escarmiento y, lo que es peor, soy y seré reincidente.

Tal vez porque no distingo muy bien lo que es un lugar: si el espacio físico, las personas con las que estuve, los libros que leí, los amores, las películas...

Y vuelvo y compruebo que los sitios siempre están peor, pero el achuchón con una cara reconocida, como las palabras y sentidos nuevos del libro releído, como las nuevas imágines de esa película requetevista, compensan otros deterioros.

Sí, el regreso también puede ser suma.

Marga dijo...

Ays de los deterioros, mi querido Magnolio, tan puñeteros pero tan reales ellos... pero será cuestión de poner empeño, y como tú dices, salvarlos con el reconocimiento del cambio y el volver a ellos por si...

Besos sumados, siempre en suma!