lunes, 26 de febrero de 2024

Esto no es un dominio, ni por asomo

En los últimos meses he vuelto a ver a algunos de mis primos, los tanatorios son lugares de sentimientos encontrados: el desamparo de la muerte y la alegría de volver a vernos después de años, todo en un pequeño espacio de vida. El equilibrio por tomar aliento. Acaba por ser inevitable hablar del pasado, ellos más mayores -mi hermano pequeño y yo fuimos los últimos de una madre que a su vez también lo fue en su familia- y nos cuentan de un pasado del que Santi y yo apenas tenemos memoria. Y todos recuerdan a mis padres con cariño y admiración, los definen de la misma manera, divertidos y generosos, con predisposición a dejar su casa cuando celebraban guateques juveniles, algo que no sucedía en las suyas, a escucharlos y animarlos. Y el mismo comentario: estaban muy enamorados el uno del otro, a veces parecían un par de chiquillos. No sé de qué hablan, murieron antes de que me interesara descubrir quienes eran y la imagen que guardo de ellos es tan diferente. Desagradecida, me muerdo los nudillos por no haber llegado a sentir curiosidad y conocerlos. A ellos, no a mis padres. Y en una de esas newsletter que ahora llegan a mi correo por obra y gracia del diario al que estoy suscrita, leo: así te quisieron, así te enseñaron a querer, así quieres. No estoy totalmente convencida, dónde las experiencias, la vida, la responsabilidad de tus decisiones, equivocaciones o aciertos, señora mía. Pero pensándolo mejor, es posible que algo de eso haya en mi mundo sentimental. Y decido creer en mis padres como los artífices de mis relaciones y sentimientos, ¿por qué no? revertir un poco la deuda y agradecer sus dones.

Lo siento, pido perdón antes de. Sumergida, no encuentro otra forma de leer este libro -a unos centímetros bajo la superficie y con escafandra que aísle del mundanal ruido- he comenzado con la Antología de la mejor poesía en lengua inglesa, El ruiseñor y la alondra. Regalo navideño de I, qué bien  me conoces, truhan. A partir de ahora y durante unos meses, me pondré intensita, lírica y salpicaré mis textos de versos o estrofas, sin venir a cuento. Hablaré desde esa orilla que es el entusiasmo íntimo pero latoso para el ajeno. En fin, disculpadme. O leedme en diagonal que dada la brevedad de mis textos será igual que no leerme. Y bien, no hay problema. Leo que William Drummond, S XVI, a la muerte de su padre, con veinticinco años, se retiró a sus dominios donde se dedicó al estudio y su poesía. Y blasfemo en alto, muy alto. Mi reino por un dominio.

Descubro estos días una nueva poeta norteamericana, Jane Kenyon. Solo uno de sus libros traducido en castellano, en la editorial Pretextos, cómo no. Una edición sobria, bella debida a esa particularidad marca de la casa, y bilingüe. Como niña con zapatos nuevos, de charol por lo brillante, leo sus poemas.

En el libro de Atwood, Ojo de gato: la vanidad está empezando a convertirse en un estorbo; comprendo por qué, a la larga las mujeres acaban prescindiendo de ella. Pero yo aún no estoy preparada para eso. Ni yo, de ahí estos textos. Siempre mi mejor versión.

El lápiz de dos puntas, una roja y otra azul, utilizado en las editoriales en un mundo analógico -qué lejano y estrafalario parece ya todo aquello- el extremo rojo remarcando los errores y el azul para corregirlos. Me gustaría ir por la vida lápiz en ristre, dibujando mi existencia. Para, casi con seguridad, acabar por confundir los colores al aplicarlos.

Y sí, sigo [peleándome] escribiendo mis textos sobre el SAT, luchando contra la tentación de hacer carrera del dolor, que dijo Adrienne Rich. Ni idea de quién es ni por qué lo dijo, pero dio en el clavo. En mi clavo. 

Y cómo atenaza.

 

                                          Imagen de Noe Sandas
 

                  Nos sentamos con amigos en la mesa

                  redonda de cristal. La conversación es inteligente

                  todo el mundo está a su altura. Las abejas

                 se acercan a las mondas helicoidales de pera

                 en tu plato.

                 Desde mi regazo o desde tu mano

                 el sabor de nuestra privacidad matinal

                 viene flotando. Un sol de otoño

                 pasa a través del vino.

                                                                        Jane Kenyon


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Probando

Anónimo dijo...

Soy yo, Carmela de mifular, deje un comentario en estay la siguiente entrada, pero no los veo y probaba