viernes, 3 de mayo de 2019

Si se te aparece la literatura


“Y al final del paseo reconozco tres señales de que el día ha sido bueno, si he  atrapado un momento de belleza, si he reído con alegría al menos una vez y si he podido decir: bueno, creo que tengo un borrador, mañana lo paso a limpio.”
Marcos Ordoñez, Una cierta edad.

Y esa es la clave de los últimos tiempos, borradores, todo el tiempo en escribir borradores que irán pasando de un día a otro, de un papel al ordenador y de vuelta a otro papel, anotaciones en mis cuadernos que luego dejaré enmudecer porque no tendré tiempo de continuarlas y cuando las lea, retome, otro día, el hilo -la retahíla que diría mi madre, tú niña eres de retahílas-  se habrán roto o desmadejado, creando un tapiz diferente, inacabado, con puntadas desiguales, y ahora qué, cómo continuarlo si ya no sé lo que quería decir, o sí, pero no lo escucho igual, una versión diferente esta vez, un matiz, aquel adjetivo, un párrafo que parece correr arrollando el pensamiento quieto. No paremos, sigamos, pero a veces son ganas de amarrarlo todo, de definir. Cómo si fuera posible.

Y no era de esto de lo que quería hablar. Quería contar que el libro de Marcos Ordoñez, la reseña del propio autor, me lleva a Un ser de lejanías de Francisco Umbral. Que al leerlo me deshago en metáforas, en ese buen escribir que ya nadie practica, o sí, es posible,  pero que yo no consigo encontrar hoy en día, en la falta de servidumbres que crea el manejo del lenguaje y un pensamiento que dirigía sus pasos, sus letras, a uno menos acomodaticio y complaciente. Que me estalla esa libertad, ese vuelo entre los ojos y todo es un disfrute de palabras, esa y no otra, no son intercambiables -¿o qué creías?- de elegancia descatalogada y saber estar porque es la que encaja en el ritmo al leer y la belleza -ah, la belleza- de lo contado. Porque no basta con querer contar, hay que saber hacerlo y hacerlo con amor al lenguaje -sí, con amor a él- y destreza y eso es algo que a veces se nos olvida en estas idas y venidas actuales de inmediatez y palabras claves. Cómo si existieran, si pudieran existir. Qué necedad.

Y de como al querer comprar su libro, el de Marcos Ordoñez, acabé además con el de Herido  leve de Eloy Tizón en la saca. Porque habla de ese amor a la lectura, a la buena lectura, y lo hace con el fuego y la fiebre que considero necesarios para llegar a degustarlos. Y eso que él, como cuentista para mí-y ya lo siento- ni fu ni fa.
“Leer como un caníbal o un poseso, como un soldado la víspera de la batalla, atravesando el salvajismo de la prosa hasta llegar al cuerpo, tu cuerpo, a mi cuerpo,  a todos los cuerpos del mundo.”

 Pero ese será otro borrador que tal vez acabe siendo repecho. O tal vez no. Y el de Ordoñez, junto a mi inclinacion hacia los dietarios donde dejar huellas y arrebatos diarios.



Imagen de Teju Cole

3 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Ya nadie practica, sí... hay que volver al pasado para encontrar ese buen escribir.
Ahora las palabras se escupen.

Besos.

Carmela dijo...

Me lo apunto.... y siga usted leyendo para, al menos así, poder verla por aquí jajajaja
Un besazo

Marga dijo...

Toro, se escupen y no se esculpen, sí, jeje.

Besoss y gracias por estar, bichote!

Carmela, sí, ufff, aunque leo mucho menos de lo que me gustaría, claro, como todos, jajaja.
Besos y ná de quejas

Voy a veros