martes, 11 de diciembre de 2018

Jolgorio de muertitos


En Junio llegué a cumplir un año más que tres de mis muertitos. Lucho con la sensación de irrealidad que esta línea temporal, caótica e inesperada, provoca en mí.


La vida dibuja un árbol
Y la muerte dibuja otro.

Roberto Juarroz

Hay noches que todo se va en un trajín de vidas y muertos, jolgorio de muertitos lo llamo yo, sueños en los que el tiempo transcurre en tierra de nadie, ni ayer ni hoy y por supuesto no mañana. Un tiempo irreal de vivencias imposibles- ¿y qué otra cosa son los sueños, querida mía? Qué obviedades sueltas a veces - que dejan un regusto de añoranza al despertar y del que cuesta desperezarse. Los muertitos no se van nunca como cabría esperar o como llegué a creer en un momento de mi vida, mucho más joven, claro, y también mucho más inexperta en esto de llevar pegados durante años y años a unos espectros felices -porque sí, porque yo he decidido que lo están, que lo son. Y estaba convencida de que al igual que la pena -la que rompe y rasga pero por dentro y con mucho, mucho dolor pegado a sus faldas- mis muertitos irían diluyéndose en un recuerdo cada vez más apacible y lejano. Pero no ha sido así, las vivencias empeñadas en sorprenderte, en descabalar ideas preconcebidas. Obcecados en llevar la contraria, la vida -mi zorra casquivana preferida- y el tiempo, su chulo -chulazo él- ese par vital flanqueándonos los días.

Así que rara es la semana que uno de mis muertitos no da señales de vida, solo o acompañado de otro muertito. Me sonríen, besan y abrazan, eso cuando están de buenas. Pero a veces parece que se les atravesara una espina y esas noches son de vuelcos y enfados, pensamientos a la carrera, deprisa, deprisa y no abras los ojos por si la historia tomara un derrotero más afable porque nadie necesita que sus fantasmas vengan a tocarle las narices, no es deseable ni parece de muy buena educación, muertitos, con lo que habéis sido y mirad ahora, enfurruñados y liándola parda. Dándome la noche y casi con seguridad el día, será difícil desprenderse de esta sensación donde la piel no parecerá la mía sino la vuestra, o la mía pero cuando no eráis muertitos, tan suave e irreflexiva era la vida, y ahora ya veis – ya veo- qué más quisiera.

Y no, no se van. Aquí se quedan. 









3 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Los míos hace tiempo que no aparecen.
Antes venían con cualquier excusa.
Ahora hace mucho que no.
Deben haber formado otras familias en el más allá...

Si es que no te puedes fiar de nadie.

Besos.

Carmela dijo...

La vida y el tiempo...vaya pareja de dos, hacen lo que quieren con nosotros.
Esperemos que mientras vienen lo hagan de buenas. Es lo que nos queda.

Un besazo, eso sí.

Marga dijo...

Toro, es verdad... no puedes fiarte!
Besotes sin olvido.

Carmela, pues sí, nos traen y llevan como quieren.
Besos mil