martes, 10 de diciembre de 2013

God save the queen

Agradezco la locura -¿locura? No, la locura debe tener un algo más digno que estas faldas arriba de entendimiento al ras y pueril ciudadanos todos a una- desatada en mi ciudad durante este puente, en el que sin venir a cuento –o sí, el cristiano dicen- se colapsaron las calles y todos los infiernos consumistas quisieron desatarse al tiempo. Agradezco a los cálculos que así por encima marcaron que el número de narcotizados con tendencias suicidas –si no, no lo explico- y sin fobia social –eso será-lograrían colapsar el kilómetro cero. A ropa que hay poca. 

Gracias a todos por permitir mi encierro casero que tanto jugo ha dado. 

Un libro de Iris Murdoch, otro más, Henry y Cato. La Murdoch tiene a su favor el argumento encadenado y sin fisuras, no necesitar trampas para enredar al lector, unos personajes excéntricos y muy a menudo desastrados en formas sociales y convivencias, la misma incapacidad para ser solos que sociales y un espectro de contradicciones que tanto hacen sonreír como sorprenden. Humanos e ingleses, ingleses y humanos. Y por debajo de la trama - tejida como un jersey de lana gruesa, acogedor pero con picos de electricidad estática- los condicionamientos morales a desarrollar, las encrucijadas al actuar y sus consecuencias. Sin olvidar el humor, negro y caustico, muy de tradición inglesa, dicen. 

La mini serie The politicians husband, producida por la BBC. Ambiciones políticas, sus efectos sobre un matrimonio que funcionaba sin fisuras y que deciden dedicarse a la misma actividad ya de por sí tiránica y amoral: la política de altos vuelos. Va más allá, claro, y por primera vez en mucho tiempo veo en imágenes lo que la realidad no deja de mostrarme a cada paso: una mujer ambiciosa no debe serlo de otra forma que las comúnmente aceptadas, esto es, utilizando su cuerpo o a través de un matrimonio conveniente. Pero el empoderamiento es patológicamente sexy y afecta por igual a los dos géneros, sólo que en el femenino sigue estando muy mal visto y poco admitido si de lides en pareja se trata. El resentimiento y la justificación para evitarlo no suele tener límites en un mundo masculino. Tendrá razón mi querida Virginie Despentes, lástima que no sea británica para redondear, cuando aseguraba en su Teoría King Kong: 

¿Querer ser un hombre? No me interesa el pene, ni la barba, ni la testosterona, yo tengo todo el coraje y la agresividad que necesito. Pero claro que quiero todo lo que no puedo tener, quiero obtener más de lo que me prometieron al principio. No quiero que me cierren la boca. No quiero que me digan lo que tengo que hacer (…) No quiero huir del conflicto para esconder mi fuerza y evitar perder mi feminidad.





Y terminamos con la película La escalera de Stanley Donen, protagonizada por unos magníficos Rex Harrison y Richard Burton, no sabría con cuál quedarme en sus interpretaciones. Película con risas y muecas en la que los dos protagonistas mantienen una relación amorosa, arriesgada temática para el año 69 cuando fue rodada. No viene mal recordar que la historia homosexual va más allá de los barrios temáticos gays con turistadas programadas, domingueros ilusionados por observar el comportamiento en el hábitat natural de esos maricas y bolleras. O de las luchas por legalizar casorios. Nunca es fácil ser el que debe cubrir las expectativas del poder y sus máscaras progresistas. Y me temo que en este tema como en el femenino queda mucho por conseguir y rascar bajo la mugre social y costumbrista:  muy bien si sonríes en la foto pero procura no moverte demasiado y salirte del encuadre. Tu función es otra: depurar la imagen que hicimos para ti con las hechuras ya definidas. 

Y lo mismo podría valer para cualquiera que no tenga cuartos, pero esa es otra historia que suele ser espantada con un quitamoscas mugriento porque en este país el que vive en precario siempre es el otro. Y no estamos para reinvidicaciones, mucho menos colectivas, si no llevan un jesusito de la mano o un slogan comercial.





9 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

La marabunta ha vuelto a sus hormigueros.
La calle está libre otra vez.

Vi la serie.
Y me gustó.

Aunque me temo que aquí los políticos son todavía muy cazurros.
Como del Cuéntame.

Besos.

Carmela dijo...

Por estos lares también ha sido una locura y más con el tiempo tan bueno que ha hecho, pero como dice Toro, la marabunta se ha ido ya retirando, a dios gracias.
Ni los libros que dices ni la película, las he podido saborear, pero esa peli en concreto la tengo apuntada para verla, y bueno, me das más argumentos para insistir en ese empeño.
La serie no la había oído pero parece que merece la pena. Mucha tarea para la lista de espera, jajajaja, pero anoto, anoto...que algún día caerán
Besazos y salga usted ya a la calle, :))

Marga dijo...

Toro, sí, pero de momento, este finde volverán y con más ganas!! uhhhhh.

Te gustó? tú y yo coincidiendo en algo? ays que gustirrinín me ha dado, ni te imaginas!

Y sí, es lo que sucede si perteneces a un país en vias de... que nunca llegas a dejar de serlo. Lo mejor de la serie era reir (por no llorar) al comparar filtros democráticos, no te pasaba?

Besote de los comunes.

Carmela, alli también? son plaga!!
No te preocupes, a mí me sucede igual con las recomendaciones, las anoto pero el tiempo... poco a poco.
Pero sí, algún día caerán.

Besos callejeros y perrunos!! jajaja

Darío dijo...

Qué marabunta es esa que te obliga a reclusión? Qué marabunta con tanto slogan? Un abrazo.

El peletero dijo...

Siempre he pensado que todo es, básicamente, una cuestión de carácter, incluso cuando uno debe de buscar buenas excusas para hacer o dejar de hacer lo que hace. Y, ¿qué hace o no hace uno?, uno, o una, hacen todo lo que puede y le dejan los demás, las circunstancias, el azar y su propia capacidad.

¿Qué hay que hacer para tener un lugar en el sol?, ¿qué hay que hacer para encontrar una buena excusa que me permita dormir tranquilo mientras dejo que mi padre se muera por falta de atención?, ¿qué hay que hacer para ser amado?, ¿por cuántos?, ¿por quiénes?, ¿qué hay que hacer para vivir?, ¿solo o en compañía?, ¿qué hay que hacer para ser la reina de la fiesta?

No podría asegurarlo, pero creo que sí, que los ingleses tienen el mejor humor, el humor que se ríe de sí mismo.

Este país, España, lo ha salvado la familia, los subsidios o pensiones de las que vive más de la mitad de la población y el entramado sanitario público que todavía resiste. Así no hay nadie que se rebele, ¿para qué?

La película fantástica, ellos dos extraordinarios.

Besos para algo, para lo que sirven los besos.

Marga dijo...

Dario, pues las compras y la idiotez navideña de cada año... en tu país no sucede? qué suerte!
Abrazo va.

Peletero, estoy con usted, todo es una cuestión de carácter y las ganas, esas también.
Lamento no poder responder a sus preguntas... ah! que eran retóricas... ya decía yo: qué difícil me lo está poniendo hoy el señor Peletero, y me extrañaba, la verdad, jajaja.

Y sí, debe hacer mucho frío para rebelarse y vuelve a tener usted razón, las principales causas son esas, aunque no podemos dejar de lado que la juventud suele ser unos de los motores de las revueltas y si conociera usted a los mismos que yo... uffff. De todo hay en la viña, ya.

Besos servibles de vuelta, sí señor.

Darío dijo...

Cierto!!! Y claro que debe suceder. Pero ahora, a lo máximo que llego es a pispear algo por televisión, y ni siquiera eso... estoy muy viejo... UN abrazo.

Licantropunk dijo...

¡Qué bien me vendría a mi una encerrona de ellas! A ver si pillo una gripe, un carbunco o algo similar. Y si requiere cuarentena y aislamiento, mejor que mejor. Y que nadie piense que colmar ese periodo con cine y literatura sería vaguear y descansar: el cuerpo duerme, la mente no.
Saludos.

Licantropunk dijo...

¡Felices fiestas, Marga!