viernes, 1 de junio de 2012

Tendidos y sin pinzas


Y de nuevo la Feria, esa cita obligada mientras Gutenberg siga entre nosotros, amén. Y el dolor de pies desandaliados y el calor y casetas para arriba y abajo, me esperas en la 112 que voy por la 200. Y quedar con mi hermana, en realidad mi hada madrina, hada debe ser si nunca me veo crecer con ella y es la encargada de evitar que mis calabazas se llenen de gusanos. Y me regala libros o los compramos a medias, uno de una autora egipcia, a ver qué tal, varadas como dos naufragas en la caseta de la librería de mujeres, mientras J. viene y va, de sus puestos de naturalistas, literatura de viajes y comics. Va y viene con la parada precisa para un beso y algún hallazgo. Quedarme con ganas de dos o tres libros más que ojeo con ojos golositos, estos para tu cumple en una lista que dejarás como al descuido por casa, se conchaban J. y mi hermana. Y ella compra también el de Maus para sus hijos, a veces mis sobrinos. Y yo una autobiografía de Carson McCuller, la escritora estadounidense que emboba con sus cuentos sureños, de Iluminaciones y fulgores nocturnos dice que me llevará. Y otro, elegido al azar porque cuesta cinco euros y es grueso, y sin duda porque aparece la trayectoria de Hannah Arendt en tiempos sombríos, la década que va de 1933 a 1943. Y finalmente una Antología del microrrelato editado en Cátedra. Y eso a pesar de que disfruto con los microcuentos pero no los respeto como género, no del todo, me cuesta. Conozco demasiados malos escritores, diletantes de la literatura, que ocupan sus días y peculios en impartir cursos de cuentos. Como quien ofrece recetas de cocina, sin talento para los fuegos y amianto en el pensamiento. En fin, de todo tiene que haber, las letras no escaparan a las modas y a la masticación sin papilas. Y le cuento a R. que en mi nueva casa también los libros comienzan a amontonarse sobre la mesa, a pesar de mis promesas de que en esta cueva no, en esta no sucedería, pero no hay buenos propósitos que me duren entre las manos si de libros se trata. Para eso, para estar entre las manos ya están los libros. Debe ser, le digo. Y el sherpa de mi vida -en realidad el hombre de ella, pero yo nunca lo diría en voz alta, mi feminismo me impide hablar en términos tan deterministas- se carga mis libros en su mochila y sonriente porque lleva sus caprichos junto a los míos, me da la mano y tomamos el camino a casa. Aún nos quedan horas de un día escatimado a los días.

De un calendario que aparece imberbe y sin fatiga por esta vez.






Indudablemente, leíamos por todas las razones erróneas: evasión, placer, evitación de responsabilidades y contacto humano. Leíamos porque era divertido y fácil y porque no estábamos supervisados. Leíamos para encontrar las compañías que congeniaran con nosotros más que las de nuestro entorno. Queríamos llenar nuestras cabezas con sinsentidos y desconectar de consideraciones prácticas. No éramos, muy probablemente, niños atléticos o útiles. Rechazábamos ayudar en casa o salir fuera a jugar. No teníamos muy buenas maneras, pues de numerosas formas leer libros va dejando aparte las buenas maneras. No teníamos buenos hábitos de sueño, pues si los hubiésemos tenido no hubiéramos leído bajo los edredones con una linterna ni hubiéramos levantado el libro hacia la luna que brillaba a través de la ventana arruinándonos los ojos. Leíamos porque teníamos dos vidas, una vida interior y una vida exterior, y ambas eran igualmente importantes y vividas para nosotros.

Jane Smiley, 13 maneras de mirar a la novela


Para Juana por correos inconclusos.

11 comentarios:

Darío dijo...

No sé por qué leíamos. Tal vez por evasión, si. Pero esa feria se me graba en la cabeza. Tengo ferias imponentes, las manos llenas de libros que quizá no leeeré. Una ambición desmesurada. Un abrazo del corazón.

TORO SALVAJE dijo...

Cada vez leo menos.
Y menos, y menos, y menos...

Debe ser que me estoy preparando para el más allá.

Besos.

El peletero dijo...

Cualquier razón es buena para leer, pero no para leer cualquier cosa. Yo tenía un amigo, no es broma, que leía la guía telefónica cuando sufría de insomnio que era casi cada noche, su vida interior le impedía desarrollar una correcta vida exterior porque ambas son inversamente proporcionales, no puede ser de otra manera, querida Marga, es imposible estar dentro y fuera de uno al mismo tiempo. A mi me ocurre como a su amigo Toro, cada vez leo menos y cada vez releo más. Tengo una amiga, tampoco es broma, que por razón de su trabajo, lee todo lo que le cae en las manos que es casi todo lo que se escribe, sea bueno o malo, lo hace con fruición y placer, termina todos los libros aunque no le gusten, de la primera a la última página, desde la primera palabra hasta la que concluye el libro, pasando por las demás y siguiendo un escrupuloso orden de escritura, es una lectora compulsiva que devora la páginas como si sufriera de bulimia literaria.

Me alegra ver que también tiene usted una hermana y un novio feminista que la trata bien y como a usted le gusta y se merece. Consérvelos a los dos y a los sobrinos aunque su feminismo le impida afirmar que él es el hombre de su vida, al menos dígaselo en la intimidad (estoy seguro que lo hace), crea, es un buen consejo y déjese de monsergas.

Besos escritos.

Licantropunk dijo...

Ir a la feria: ¿y si un día, aquel del triunfo absoluto del eBook, no se celebraran más ferias? ¿qué harían los autores en vez de firmar, mandarte un email? ¡Vaya pesadilla!
Saludos.

silvia zappia dijo...

leíamos para todo eso y para sobrevivir. y necesitaremos mil vidas para leer todos los libros que se apilan sobre las mesas.

abrazos*

Marga dijo...

Tranquilino (qué gracia me hacen tus nicks) eso es, una ambición desmedida. Las razones no son tan importantes aunque sea curioso ahondar en ellas.
Un besote.

Toro, y no te aburres? hay tan poco dónde mirar últimamente... si es sólo por eso, nene.
Un beso de más acá!

Peletero, es posible estar fuera y dentro sólo que no simultáneamente, claro. Y si hay que elegir... que sea el interno, por favor! jeje.
Y estoy con usted, no hay que leer cualquier cosa pero eso ya es el criterio de cada cual. Criterio, que para ser sincera, me cuesta respetar algunas veces pero lo hago, porque a pesar de leer mantengo buenas formas por más que a veces pareciera que no.
Releer y leer siempre fueron la misma cosa para mí. Releía ya en la adolescencia y mis amigos me miraban raro. Leer nunca me pareció cosa de bulto ni de metas, más bien de puritito placer. Releer ofrece el reconocimiento de los viejos amigos o amantes, también, de nuevo, esa chispa inesperada.

Y sí, tengo hermanos, antes más que ahora. Eso provoca que los que quedan se cuiden con demasiado empeño y demasiada ñoñeria. Es el pago, creo, además de otros muchos.

Si supiera lo coplera que puedo llegar a ser con él se sorprendería. Pero ser femi me exige serlo sólo en la intimidad, por supuesto! jeje.

Besos garabateados.

Licantropunk, sí, sería horrible, nooooo, por diosito, que nooooooooo suceda.
Saludos feriantes.

Rayuela, las necesitaríamos, ajá. Y sí, por sobrevivir.
Un beso, encanto.

Magnolio dijo...

Son las tantas de la noche cuando entro aquí por un "no vaya a ser que hoy le toque contar" y sí, tocaba ya desde de hace unos dias.

Te sigo despacito por las casetas, con tu hermana y con J. y me agobio de pensarte pensando tanto libro: cuál elijo y cuál no.

Llego a las palabras de "Jane Smiley" que me suena parecido a la otra, una Juana que sonrie cuando lee lo de los "inconclusos", que casi pasa por alto de tan absorta en esa explicación tan buena de las dos vidas, la leída y la otra, pero mejor nos seguimos contando en otro momento porque mañana...

Antígona dijo...

Uff, hace mil años que no voy a la Feria. Y en parte lo echo mucho de menos y en parte nada. Porque siempre acababa sufriendo una suerte de angustia stendhaliana al verme rodeada de tanto libro y pensando en la inmensidad de los que nunca podría llegar a leer, ay esta vida, que siempre se nos queda demasiado corta, que debería durar una eternidad para que nos diera tiempo a leer todo lo que nos gustaría.

Me han encantado las palabras de la Smiley, sobre todo eso de que leíamos “porque teníamos dos vidas, una interior y otra exterior, y ambas eran igualmente importantes y vividas para nosotros”. Siempre he odiado esa dicotomía que tantos establecen entre leer y vivir, entre escribir y vivir, entre enclaustrarse dentro de uno mismo y abandonarse a la parálisis mientras los propios pensamientos se agitan y vivir. Como si todo lo que no fuera exterioridad, acción, movimiento visible y tangible para otros no fuera vida. ¡Pero qué gran mentira! Yo no concibo esta vida sin esa vida interior de movimiento del espíritu mientras el cuerpo reposa, ausente a lo que le rodea, en el sofá o debajo de un árbol. Ni concibo tampoco vida exterior de acción y movimiento que no se deje acompañar por las imágenes, por las palabras, por las sensaciones recolectadas desde la vida interior. Como si todo aquello que leemos no fuera también experiencia que nos abre los ojos y nos lleva a mirar el mundo con más sabiduría, o con más intensidad, o con más dudas, mientras correteamos por él. Pues vaya si lo es. Y de la mejorcita.

¿Y ese libro donde aparece Hannah Arendt? ¿Cuál es? Me puede la curiosidad.

Disfruta de tus libros y del sherpa que tan sabiamente supo proveerse de una mochila para acarrearlos :)

Un beso sin supervisión!

Marga dijo...

Magnolio, debería contar más, desearía contar más pero... el tiempo da de sí el que da, no mucho, la verdad, en los últimos tiempos.

Y si Juana sonrió, objetivo conseguido, jeje.

Beso tus ramas!

Antígona, es cierto, yo tampoco entiendo mucho esa dicotomía. O será que paso con soltura de uno a otro mundo, el mismo en su continuidad me parece. Muchas de las experiencias leídas tienen el mismo peso que las vividas, incluso a veces ya las confundo... cosas de la edad, será, jajaja.

El libro es "Tres mujeres en tiempos sombríos. Edith Stein, Simone Weil, Hannah Arendt". Las tres, además de mujeres, filósofas y judías. Reconozco que nada sabía de las dos primeras y mi "reclamo" fue llegar a saber más de la biografía de Arendt. Ayer lo comencé y no está nada mal, ya veremos...

Y sí, mi sherpa sabe lo que se hace. Pero en mi descargo diré que sus libros siempre pesan más, jeje.

Besos desmundados!

DaliaNegra dijo...

A mi me pasa como a Toro, cada vez leo menos.Antes leía mucho y contemplaba mucho la naturaleza,ahora en lugar de leer salgo a contemplar:el mar,la montaña,los pinos,los pájaros.Seguramente es lo que él dice,hacerse viejo,prepararse para volar.O el sistema que nos tritura.
Besos,lagartija,disfruta de la feria ***

Marga dijo...

Dalia, yo es que hasta cuando salgo a contemplar la naturaleza me llevo el libro bajo el brazo. Los pájaros me parecen tan compatibles con la lectura... jajaja.

Un besote, Soplillo!