lunes, 14 de marzo de 2011

Sopa de gansos

De pequeña veía las películas de los Hermanos Marx, me gustaba el trajín que causaban sus desaguisados caóticos. Mi preferido era Harpo, la bocina, la extravagancia de sus ropas y su voz a través de un arpa. Y eso a pesar de que mi padre se disfrazara de Groucho cada Navidad. Mi padre tenía habilidades de cómico pero sólo en fechas señaladas, como si no pudiera permitirse las risas y las gansadas el resto del año en el que sólo era un tipo serio, como serios eran todos los señores de aquel entonces, o al menos ese es mi recuerdo, el poso de su presencia. En cuanto cogía un corcho y lo quemaba me llamaba S: ven, corre, papá va a hacer de Groucho, y los dos nos quedábamos como pasmarotes delante de él, anhelantes, mirándole dibujarse las cejas en el cuarto de baño y aumentar el volumen de su bigote. También le gustaba imitar a Cantinflas pero su actuación estrella siempre fue Groucho, con ella conseguía las mejores risas. En aquellas ocasiones me sentía orgullosa de él, de su desparpajo al andar y mover la cola de la camisa que imitaba el chaqué y creo que yo crecía un par de centímetros cuando se dirigía a mí levantando las cejas y gesticulaba con la ceniza del puro cayendo sobre mi cabeza. Nunca estuvo tan guapo.






Tenía seis años más de los que yo tengo ahora cuando murió. Se me hace extraño pensar en ello. Se me hacen extrañas muchas de las cosas que pienso últimamente.









Acabo de terminar ¡Harpo habla! y todos esos recuerdos han regresado. También él describe una familia un tanto alocada, cuanto menos poco seria aunque a la mía le tocara vivir otros tiempos y no pudiera explayarse. Eso me parece, contención pero no del todo, no las ganas. Cada cual es hijo de su tiempo y es posible que todos sean más o menos semejantes, al menos en lo más elemental: sobrevivir a ese tiempo de la mejor manera posible, de la única forma que uno sabe. Los locos años 20 retratados por un magnífico excéntrico como lo fue Harpo. Son unas memorias bienintencionadas, nada que ver con el sarcasmo de Groucho - aunque yo en cuanto crecí me inclinara mucho más hacia ese hermano, me gusta la mala leche concentrada e inteligente, qué le voy a hacer- pero las de Harpo están bien narradas, hablan de cariño y amistad, de su gente, no pierden el pulso de un tipo que debió ser en el buen sentido de la palabra bueno, que cantara el poeta. Y son regocijantes en muchas de sus páginas. Echo de menos comentarios y vivencias del Hollywood de aquellos tiempos pero no habla de eso, apenas de sus películas, como ya he dicho son las vivencias con su gente las que marcan sus historias. E imagino que está bien así, la memoria personal no debe ser quién eres por tu labor o tus logros sino quién eres para quiénes. Mucho más complejo de contar y de interpretar una vez que los recuerdos lo emborronan todo.



Si algo te enfurece dilo enseguida. Tal vez los demás tengamos también ganas de pelea. Una de las normas de convivencia que Harpo imponía a su familia. Solté una risotada y luego pensé en las múltiples peleas que he vivido a lo largo de mi vida, primero como espectadora y en cuanto levanté dos palmos del suelo como peleona digna de una familia que tenía a bien no callarse nada, aunque eso hiriera. Nunca me he preguntado si fue correcto o no, si nos hizo en exceso daño, el psicoanálisis nunca fue lo mío y ahondar en pasados me parece una pérdida de tiempo sino es por nostalgia o placer. El caso es que me reí y pensé que mi educación no había ido tan desencaminada después de todo.


Groucho estaría de acuerdo conmigo.

12 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Sabes que yo también imitaba a Groucho?
Y lo hacía decentemente.

Que tiempos...

Besos.

Marga dijo...

Toro, hace tiempo de aquello? menos mal, con eso de los derechos de autor hoy en día una confesión así podría valerte el presidio... jeje.

Besotes y puro!

Tomás Serrano dijo...

Yo me llevé una gran decepción cuando supe que los Marx no eran los autores de sus gags. Ciertamente, no sé en que proporción, pero yo los consideraba "autores" de sus absurdeces. Después me di cuenta de que mucho de su surrealismo es un juego de palabras en inglés. ¿Cuánto habrá suyo en sus memorias? Aunque, por otra parte, qué más da...

MAGNOLIO dijo...

Una suerte eso de que cuentes en familia lo que te enfurece, sobre todo si lo que te enfurece es la familia.

De todas formas, ya ves, Harpo hizo del silencio todo un arte con arpa y sin ella. Está visto que los caminos de la infancia y más allá, están llenos de vericuetos, pero mucho mejor donde el humor tenga sitio, aún cuando el bigote o la mudez sean postizos, de los de quita y pon en Navidad, que no es poco. Esas gansadas que emocionan toda la vida.

Carmela dijo...

Mi padre era serio todo el año, incluido vacaciones, pero era el típico serio humor inglés, que había que conocer para entenderlo. Adoraba a los hermanos Marx y a Charlot y a ... me has traido esos bellos recuerdos. Recuerdo que de muy muy niña no entendía que siendo tan serio le gustaran tanto....hasta que comprendí su humor.
Me ha encantado Marga
Un beso

Marga dijo...

Tomás, por lo que cuenta, aunque hable poco de eso, sus gags eran improvisaciones a partir de algún guión... pero se refiere a sus actuaciones en teatros y no a las películas, asi que ahí me pillas, no sé.
Y vaya usté a saber, cada cual es libre de reinterpretar su realidad e imagino que todos los hacemos... más en el caso de publicarlas, no crees? pero eso, como bien dices... qué más da! lo importante no es creer en ellas sino disfrutar de lo escrito.

Magnolio, eso, jajaja, que cierto es porque además la familia te enfurece como nada. Al menos la mía me lleva al límite... suerte que tenga sus contrapartidas, al menos en mi caso, que si no... jeje.
Y sí, ya me conoces, doy pata y media por el humor. La vida sin él se me hace imposible y a medida que pasan los años me entiendo menos con la gente sin sentido del humor, no se trata de caer mejor o peor, es que sencillamente no puede existir comunicación entre ellos y yo, me pierdo...
Besos de tu gansa!

Carmela es que los niños entienden como nadie la inmediatez de la risa, esa que perdemos nosotros al crecer, pero a cambio se nos concede el don del humor (a quien se le concede que hay por ahí cada soso que.... jeje) vaya lo uno por lo otro, no? jajaja.
Besos!

Darío dijo...

No sé que tanto, pero me sabe que los recuerdos que te vinieron son de miel.

Licantropunk dijo...

Leí un artículo en prensa sobre Harpo y la biografía que mencionas. Seguro que está bien: a los mudos, aunque sean falsos, cuando se ponen a hablar hay que escucharles, no se debe perder la ocasión.
Saludos.

silvia zappia dijo...

me llenaste de ternura...será porque mi padre también era un señor serio(ahora,a sus ochenta y cinco ya no lo es tanto)salvo en contadísimas ocasiones, y yo fui la peleadora desde antes de caminar.

mil besos*

Marga dijo...

Cariyú, algo de eso había al recordar, ajá...

Licantropunk, jajaja, tienes razón. Y si además pasas un buen rato pues mucho mejor, no crees?

Rayuela, me alegro, la ternura nunca está de más y con más razón en estos tiempos en los que todos vamos con mal gesto por la calle... aggg, jajaja.
Besos mil.

Antígona dijo...

Este post tuyo ha sido como un bálsamo para mí, niña Marga, que ya sabes la mala leche que arrastro últimamente, jajaja, aunque por suerte se me va pasando.

Personalmente el tema familia lo llevo rematadamente mal. Pero mira, leyéndote me ha venido a la cabeza que el único momento bueno de las Navidades es que desde hace ya bastantes años, después de la cena de Nochebuena, nos vemos una peli, invariablemente de los hermanos Marx. Lástima que ya se nos están acabando, porque ese ritual –habrá que buscarse a otros cómicos de los de entonces, aunque no sé si será lo mismo- y todas las risas que provoca suponen una especie de paréntesis en el que parecería que todos regresáramos a una inocencia originaria. De repente, sólo somos un grupo de personas que unidas por esas gansadas desternillantes que nos ofrece la pantalla.

No sé si a todos nos ha pasado un poco como a ti: de niños, Harpo es el favorito, quizá porque se comporta como un niño grande al que se perdona cualquier barrabasada; de adultos, indudablemente Groucho y su sarcasmo, su caradura, el absurdo inteligente que se despliega en cada cosa que dice.

Me ha encantado la norma que Harpo imponía a su familia. Cuánto mejor irían las cosas en general si se siguiera en cada casa. ¡Creo que se arruinarían los psicoanalistas! :)

Besos con bocina!

Marga dijo...

Antígona, así vamos todos, a rastras la mala leche pero hay que saber dosificarla que si no se vuelve improductiva, jeje.

Y las familias... ays, las familias, ya lo hemos hablado otras veces, el campo de batalla que nos forma, para bien o para mal pero campo de batalla al fin y al cabo en el que hay que saber luchar para hacerse un hueco. La pelea entre el yo y los demás se dirime ahí por primera vez y de ese resultado deriva casi todo... algo de lo que te vas dando cuenta con los años, no te pasa?

Besos nada freudianos pero sí bocineros, moc-moc!