jueves, 7 de octubre de 2010

La nieve deja huellas

Es improbable no inventarse, improbable acudir a la memoria y no reconocerla como esa ingrata que se fue de jarana con el tiempo dejándote sólo con lo puesto, más bien poco. Antifaz y gafas desenfocadas junto a uno mismo. Envidio a los entomólogos y sus lupas, el método científico aplicado a un ser poco mayor a una uña y la visión sin arrugas. Pero conmigo no funciona -con nadie, seguro- no hay lupa, sólo recuerdos. El problema es que los recuerdos están ahí pero no son nada por sí mismos, somos nosotros quienes los traemos a capricho, escogemos, aseamos, articulamos para concordar otros. Disfrutamos vistiendo presentes con la fantasía vanidosa que caracteriza a los niños. Y pocas veces las memorias coinciden con las de otros. Desconfía, de los otros, de ti. De los recuerdos siempre.





Y por qué no el papel pintado en mi infancia, un tiempo que doy ya por perdido. Juego con él, con ese tiempo, como si de una peonza se tratara, las vivencias aceleradas en cada vuelta y poco reconocibles en un largo paseo que soy, fui yo. El verde botella en volutas de un pasillo, pequeño, estrecho, que ocupaba jugando con S. Los óvalos rojos del salón, detrás de la figura de mi padre y mis hermanos al cenar. Tras la vuelta de vacaciones, sentada en el sofá mirando el papel sin parpadear, intentando volver a sentirme familiarizada con él porque sus formas buscaban saltar desde la pared, en relieve dibujando mi extrañeza, y me asustaba no volver a sentirme en casa nunca más. Los garabatos que un día pintamos S. y yo sobre él, quedando durante años como testigos de nuestras dotes pictóricas, aprendices de Atapuerca. Los zarpazos que uno de los perros, cualquiera de los que tuvimos, dejaron como heridas a la altura del rodapié. Las marcas de chinchetas sobre postales, fundas de discos y mensajes. Tótems de la adolescencia de mis hermanos.


Más tarde el papel desapareció, costumbres asépticas ganaron la partida, pero la higiene nunca vencerá al juego de tizne que supone recordar sobre paredes. Sumergir las manos, el tiempo como el limo y ojalá fuera posible atravesarlo. Volver a sacarlas llenas de barro y en el juego tocar otras manos. Un tacto ahora imposible.


Norte, atento al presente. Apartando el trajín del silencio, el vado del temor y de la vida en harapos, que vaciaban las manos y los ojos.
Por él supe de una isla, de un golpe de luz que lograba enmudecer las sombras de mi memoria. La vida puede caber en un alfiler pero no es necesario permanecer a oscuras, ni que los ojos pierdan altura. Capaz fue de poner límites a los días consumidos por la fatiga llena de mí y mis insomnios.




10 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

A mí algo o alguien me ha amputado la nostalgia y la melancolía.
De repente desaparecieron.
Los recuerdos están pero no me dicen nada ya.

Y otra cosa: los recuerdos tienen vida propia. Es tremendo. Evolucionan y son muchas veces unos timadores tremendos.

De todas formas no me importa.
Como si quieren pintarme con barba a los seis meses de nacer.

Me es indiferente.


Será morir en vida esto?

Pues no se está mal.

Besos.

Licantropunk dijo...

Decía Borges que después de que recordamos algo por primera vez, las siguientes veces lo que recordamos es el primer recuerdo: nuestra infancia, por ejemplo, borrada de un plumazo: el pasado es mentira, el futuro no existe y ese papel pintado no es el que crees. Vaya por dios.
Saludos.

Antígona dijo...

Qué desasosiego me produce este tema, niña Marga aprendiz de Atapuerca!

Es verdad, la ingrata se fue de jarana y lleva antifaz y gafas desenfocadas. Pero, de alguna manera, eso sólo lo sabemos como de lejos, como una noticia venida de fuera, sólo a veces –la discordancia- como una intuición certera que al poco metemos bajo la alfombra. Porque, me temo, necesitamos adherirnos a nuestros recuerdos como si de nuestra propia piel se tratara, como si todos llevaran el sello de la pureza y la ausencia de mentira. Se nos aparecen en la imaginación sin cuestionamiento, probablemente porque nos asusta la falta de criterio, la imposibilidad para discernir qué queda –si es que algo queda- de la vivencia primera, qué en él pudiera no ser pura invención. Y no es raro que nos asuste: ¿cómo podríamos explicar nuestro presente si no existiera ese telón de fondo que teje la memoria? ¿Cómo podríamos explicarnos a nosotros mismos sin el auxilio de ese teatrillo donde se representan los caminos que nos han conducido a nuestro aquí y ahora, las razones que forjaron nuestro modo de ser, nuestro carácter, nuestros deseos y nuestros miedos? Todo, supongo, se resume en esto: ¿Cómo responder a la pregunta acerca de quiénes somos si la memoria nos traiciona y se inventa a sí misma cada vez que acudimos a ella desde el propio presente que quiere saber de sí y entenderse a sí mismo?

Y nuevamente nos descubrimos sin norte alguno, a la deriva, extraviados en medio de la nieve donde sólo quedan huellas de cuyas interpretaciones no podemos fiarnos. Porque ellas siguen ahí, los garabatos en la pared, los agujeros de las chinchetas, los zarpazos en el rodapié. Pero sólo las comprendemos cuando las arropamos con la memoria, cuando tendemos un puente entre el signo y su significado, ese significado que se halla sujeto al capricho del antifaz y las gafas desenfocadas.

Quizá, como dices, agarrarnos al presente y a sus golpes de luz, que relegan las sombras chinescas y cambiantes de la memoria al plano de lo secundario, incluso de lo insignificante: quizá eso sea nuestra única brújula.

Besos inquietos!

Marga dijo...

Toro, no sé, debe ser muy calmado un presente así, el mío es algo más convulso, con tanto lío de recuerdos y ahora nostalgias... en fin, siempre digo que toca lo que toca y no sirve de mucho quejarse.
Pero sí, estamos de acuerdo, unos grandes timadores son!
Besos tocomocho.

Licantropunk, vaya por dios, eso digo yo!! jajajaja. Borges, como siempre, dando en el clavo.
Saludos que te van.

Antígona, desasosiego, esa es la palabra. Y tienes razón, de ahí viene nuestro lío con el pasado, forjador de presentes, de lo que en aquel entonces era el futuro y todos revueltos aderezados por la invención... ufff, menudo cacao!! Interpretar se nos da muy bien, verdad? jajaja, otra cosa es acertar. Pero sí, en algún lado, con o sin invención, debemos estar.
Y ahora eso, estamos. La brújula de la que echar mano.
Besos neveros.

Dante Bertini dijo...

a mi también me llega muy profundo este post, y me quedo con ese Borges que decía "si algo no existe es el olvido", aunque sabedor de los trucos embellecedores de nuestra memoria.
Un abrazo

Jenn Díaz dijo...

Me gusta todo lo que escribes aquí, Margot. Vengo pero no me detengo porque estoy con la casa patas arriba, si es que esta casa ha echado ya patas y se agarra fuerte a la vida, que creo que no. Pero te leo y sé que te he echado de menos este tiempo.
Desconfío de los demás, de mí y sobre todo de los recuerdos. Mi pared era rosa. Pero si encendías la luz parecía blanca sucia.

xnem dijo...

fiuuuuuuuuuu!

pasé a saludar.

NoSurrender dijo...

Creo que la memoria es una mentira bastante más sólida que otras mentiras para explicarnos quiénes somos. La manipulamos constantemente, creando una ficción dramática ad hoc. Es más, si lo piensas bien, hasta recordamos con técnicas cinematográficas; paneos, planos americanos, fundidos, travelings, etc, etc.

Pero es lo que tenemos, sí. No hay nada más que eso... por el momento :)

Besos!

Marga dijo...

Dante, sí, rememorar es un ejercicio que nos llega a todos. Nos produce un cosquilleo, a veces de bienestar y otras... vaya, otras algo de incomodidad, como de no caber en la piel aunque sea nuestra.
abrazo!

Fusa, gracias. Y tranquila, pero piensa que lo bueno (si es que hay algo, que sí, suele haberlo aunque nos cueste reconocerlo o sólo seamos capaces de verlo transcurrido un tiempo) de las casas patas arriba es que se ventilan aunque una no tenga ganas de ná. Yo también me eché de menos, ays, y a algunos de vosotros. Pero eso, ahora es ya, ya estoy aquí.
Y tú también. Genial.


Xnem, deje de volar!!! jeje

Nosurrender, tienes razón ahora que lo dices, va a ser por eso que me gusta Keaton y sus caras de palo... jajajaja. Imperturbable en cada escena, ays, que más quisiera yo!
Y no me asustes más!! bastante tuve con tu post, jeje.
Besote!

Kaloni dijo...

Pasaba a saludar.
saludos.