martes, 24 de abril de 2012
Un elefante se balanceaba, y dos y tres. Y nosotros.
jueves, 12 de abril de 2012
Demasiado no.
Su nombre se escribe Lourdes pero para nosotros siempre es Lurdes. Se sienta en las últimas filas y no recuerdo su voz. Nunca suspende pero es la Retrasada. Otras veces es la Invisible a pesar de su altura. Todos la ignoramos porque si le hablas se le pone la cara muy colorada, como si le fuera a brotar sangre. Parece una grulla callada al final del aula.
La infancia le roba algo más que una o.
El Niño que nunca juega al futbol lleva gafas y mira por debajo de ellas, sin hablar mucho. En el recreo come despacio su bocadillo, para que le dure más. A veces juega a los cromos con el Niño de la lesión en el corazón, el que no puede correr, o con el escayolado de turno. Y todos sabemos que lee sin parar, ¡será raro!
Nunca aparecen balones a bordo del Nautilus.
En ocasiones, la Grulla y el Niño que nunca juega al fútbol se encuentran en el kiosco. Siempre hacen como si nunca antes se hubieran visto mientras ojean tebeos.
La madre de Niño tonto baja todas las tardes al parque. Habla sin parar con el resto de madres. Nunca pierde de vista a su hijo. Sonríe con comprensión cada vez que otra madre señala a su hijo (no sabe que es el suyo). Y con la misma sonrisa pasa la mano por la cabeza del Niño tonto si llora, cuando nadie quiere jugar con él.
Sonríe como quien abofetea.