Dicen los estudios que en vacaciones es cuando más se lee. Puede ser pero no es mi caso, en vacaciones mi número de lecturas decae en proporción al aumento del consumo de bebidas en terrazas al fresco, de conversaciones y pieles tangibles, de paseos, miradas sobre calles y gentes desconocidas, de la curiosidad que provoca el levantar de un aire que remueve el pelo en otra dirección a la acostumbrada, de chapuzones y carreteras que hacen serpentear los pensamientos y pierden las prisas por llegar a ningún sitio.
Y en el primer viaje me acompañará Vargas Llosa y su Celta, suficiente porque mi idea es perderme en el paisaje y en J, en ellos y con ellos, sin distracciones excesivas que me hagan desear una página más ni olvidarme de que la tierra gana al papel, los pasos al argumento y la carne y el hueso al personaje. Las palabras aliadas de mis sentidos para alcanzar el tacto y el oído, no tanto la mirada. Y en el siguiente viaje, más reposado y rural, habrá que valorar las ganas de qué libros y qué tipo, ya sin la limitación del peso en el equipaje.
Pero sea como sea será en papel. Sigo sin encontrarle, de momento, las ventajas al libro electrónico, más allá de su capacidad para contener cientos de títulos que en vacaciones, precisamente, me sobran y que me llevarían a la dispersión de lecturas, caóticas y sin aprovechamiento como todo aquello aderezado por un vistazo y a borbotones. No es cierto que luego se vuelva a lo leído de forma superficial, la excusa que nos damos, porque al hacerlo nos llegará la sensación de repetido y un cierto hastío con ella. No me gustaría reeducar a mi pensamiento en el salto de mata, no en la literatura que ocasiones ya hay muchas en otros menesteres . Y entre sus inconvenientes casi todos: el depender de un cachivache más, de sus cargas y descargas inoportunas, la fragilidad de un soporte que no admite caídas ni la imprevisión del terreno y mi torpeza, que es incompatible con riscos y arena, con bolsos desbaratados. Y por supuesto la que menos me convence: la quimera de poseer el último modelo y la renovación continua, razón de ser del consumismo, y del que difícilmente se puede escapar si el soporte es fijado por el programa y el mercado. Y esa escalada y engaño sucederá, no tengo la menor duda.
Soy consciente de que tarde o temprano me tocará claudicar pero aún hay tiempo y de momento me llevaré mi clásico, dúctil y demodé libro. Con toda su carga de amabilidad hacia mis andanzas y garabatos.
Y me despido hasta más ver con un descubrimiento (aunque ellos existan desde los años 70) musical y veraniego: “Asleep at the Wheel”. Llevo dos semanas dejándome llevar por su ritmo y buen rollo. Un grupo de Austin- la ciudad de los raros o eso dicen sus lugareños-, que definen su música como Texas-swing… una combinación curiosa pero que en cualquier caso no deja parar los pies...
Panóptica , exposición retrospectiva de la obra de MAX (Francesc Capdevila), dibujante de cómic e ilustrador. En el MuVim de Valencia hasta septiembre.