jueves, 5 de agosto de 2010

Salida

Ha perdido el norte, escuchaba de vez en cuando en mi casa, tan lejano e incomprensible el dicho como todos los que tenían por costumbre repetir los adultos a mi alrededor – se veían tan ufanos con su lenguaje común, asintiendo con caras graves ante cada una de ésas señales que ellos y sólo ellos controlaban desde el timón de la vida- ignorante yo por aquel entonces de Nortes, Amundsen y demás Scott, pero sí consciente de la curiosidad que me causaba la expresión y las caras entre apenadas y resignadas que ponían al decirlo. Sin ir más lejos tío Enrique lo perdió, -debió ser sin darse cuenta- unas navidades. Recuerdo que durante toda la cena se repitió la letania como cualquiera de los villancicos que tarareaba mi madre durante esos días en la cocina, mientras mi tía retorcía el pañuelo y el gesto al oírlo y mis primos adoptaban una extraña seriedad que contradecía sus caras infantiles, allí sentados, tan quietecitos sin atender al desafío de mis patadas y pellizcos. Me resultó más confuso aún escuchar el nombre de Susana, la peluquera del barrio -momento en el que me pareció ver que a mi tía se le confundían en el mismo tic el asco y la pena- relacionado con el Norte. Y se me ocurrió pensar que tal vez cuando uno lo perdía otro lo encontraba y Susana, precisamente ella que perdía las horquillas a cada rato, parecía la afortunada en ese instante.

Aquella fue mi primera experiencia con el Norte y la verdad, no saqué mucho en claro. Después de Reyes volverían mis tíos a casa, con caras no mucho más felices pero juntos y ante mi pregunta de… ¿Tío Enrique ha encontrado ya el Norte?, todo lo que obtuve fue un capón y la risa tonta de mi hermano. El Norte pues, parecía ser una cuestión peliaguda y decidí que desde ese entonces mi objetivo sería encontrarlo.


El Norte un canto, ha de saber contrarrestar la fuerza de los vientos cuando me asomo a ventanas abiertas -como agujas el espacio vacío- y descartar la sospecha de que a veces –demasiadas – el lugar no es mi lugar.
Norte, evitando que me enfresque en el monólogo con el que a veces intento sustituir a la vida, ensimismada, nunca sé si en el miedo o en el placer de contarme historias.

5 comentarios:

Magnolio dijo...

Bienvenidas tus líneas que leo desde este norte, el de los mapas, tan convencional como aquel otro de nuestros mayores.

Cuando te lea de nuevo espero que sea desde un sur, lo contrario, sin vientos ni agujas, con cielos llenos de azules y gaviotas, mientras piso sólo arena con certeza.

Besos hacia el centro.

TORO SALVAJE dijo...

Yo lo perdí hace tiempo y me alegro tanto...
No pienso encontrarlo jamás.

Besos.

Que bien volver a leerte.

:)

DaliaNegra dijo...

Que goce cuando no importa que la ajuja de la brújula enloquezca...
Y otras veces saber que apunta justo a donde se quiere.
Me hubiera gustado saber qué cara tenía el tío ayudando a la peluquera a encontrar las horquillas perdidas;)seguramente cara de agujas que están donde deben.Pero ains,la festa es breu.
Aunque a veces reaparece,(como hoy ) y aquí me encuentro en el sitio donde me apetece estar.
¡Que bueno leerte,lagartija!!Tengo cara de haber encontrado muchísimas horquillas:)))
Besos alegres***

DaliaNegra dijo...

Uy, he puesto ajuja...la alegría hizo bailar los dedos***
Aguja,por supuesto.

Marga dijo...

Magnolio, camino del Sur irás, mientras yo me lanzo al Este... vaya cacao de coordenadas que nos traemos tú y yo!!
Qué mas dará, si sin mapas nos encontramos igual...

Toro, coño! igualico que mi tío Enrique... jeje.
Y bueno, yo lo encontré pero eso sí, que no te agobie, como bien digo es tan desnortado...

Dalia, no te preocupes, ajuja sonaba tan bien... jajaja, las brújulas locas tienen eso: ajujas! me gusta... jajaja.
A mí también me sienta bien encontrar a ciertas horquillas por aquí... palabrita! debo tener tu misma cara en estos momentos.
Viva la festa breu!