miércoles, 16 de mayo de 2012

Proporciones desde un costado


Vivimos.
Simplemente.
Yo y la amapola.
Kobagashi Issa


Hoy no estoy para correcciones, tengo más bien una mañana de tachaduras, con boli que marcara bien el papel, de tener boli, que ni siquiera. El corrector del ordenador también debe tener su día, resalta “boli. En su diccionario no aparece una palabra tan sencilla, pequeña, recortada. Una palabra de nuevo infantil en la que los términos no cabían si se alargaban en exceso. Los márgenes, ya se sabe, también recortaban. Y aprendimos a movernos en ellos. Cuantos modelos derivaron de una raya que delimitaba cada cuaderno a estrenar.

Pero decido olvidarme de los dedos que se hacen huéspedes y saltarme los borrones. Y no me saltaré los márgenes pero escribiré dentro de ellos, perdiendo la compostura del cuaderno. Qué zurzan a las reglas caligráficas y los modelos aprendidos. El cuaderno se estremece un poco pero enseguida se acostumbra y se ladea un poco para facilitar mi trabajo, algo asustado al ver que las páginas quedan en blanco. En los márgenes se van apiñando las líneas, casi incomprensibles.

Porque a pesar de lo aprendido lo más grato siempre se asentó en los márgenes:

Asistir a un concierto de Juan Perro, hoy es jueves. En un borde mi adolescencia y en otro el sonido de New Orleans. Sin embargo ahora tan cerca, apretujados los límites. La compañía de J. arrebata aún más la estrechez donde a veces cabe la alegría del ahora y la risa de quien fui. La nostalgia se queda fuera, ella sí que no cabe.

Señalar en el calendario el último día de mes para hacer novillos. Esta vez sí, esta vez Javier Krahe, por fin, después de años. Sin madrugón del día siguiente ser regalada con libros y mañana holgada en la Feria del Libro. Las letras y las horas conjuntadas en modo primaveral.

Se acerca Junio, un mes que remueve las penas y los duelos. Pero en los márgenes no, Junio es - vuelve a ser- el mes de nuestros cumpleaños, el terceto no sé si de Alejandría. Preparamos otro concierto, sorpresa malograda por mi despiste. R. se carcajea y dice que a P. le encantará. Que no sabe si podrá mantener el secreto, lo lamenta. Sé que me hará bailar hasta perder la patina de tristeza con el sudor.
Y luego, un domingo cualquiera, escuchar música entre árboles y sentirse una dama medieval en sandalias.



Mis márgenes son arrabales de swing por esta vez. Y nunca olvidar el ritmo, la simetría. Nunca, oh nena...