martes, 19 de abril de 2011

Estoy aqui... ¿dónde estás tú?

Me gusta este título, el de un libro de Konrad Lorenz -un libro más que aguarda en el montón- y que trata de sus observaciones sobre los gansos grises realizadas a lo largo de medio siglo. El canto, ¿graznido?, de los gansos significa eso: dar señales de dónde se encuentran, yo estoy aquí… ¿dónde estás tú? Tan parecido a la finalidad de nuestro lenguaje si lo piensas detenidamente. O eso me gusta pensar a mí. Incluso para explicarme mi afición por esto de los blogs que no siempre consigo explicarme.











Aquí estoy.





Cierro el libro, Cosas que ya no existen, de Cristina Fernández Cubas. Ganó un premio de cuentos aún tratándose de un libro de memorias, o el paso de la vida pasada por el tamiz de su literatura, ficción y realidad trazando un mismo camino. Disfruto con los cuentos que narran sus viajes por Sudamérica, pasión por un paisaje humano que compartimos, y las últimas narraciones dejan en mí un poso de tristeza y entendimiento, los que relatan las vivencias tras la muerte de su hermana. En todas las familias cuecen habas, que diría mi madre, y estas habas dejan un regusto en mi paladar a perplejidades reconocidas. La sorpresa sin placer que trastoca el mundo, transformándolo en un espacio escarpado y ya nunca más lineal. Aunque pase el tiempo. Un desconcierto que con más o menos tregua intuyo que nunca te abandona. Pegado a la piel y la mirada que a partir de entonces será otra y que no siempre reconocerás como propia, más bien dueña de unas circunstancias que devinieron de otras vidas y su final.


Qué imposible contener un nunca y dar de baja a los siempre, Gramática del adiós. Y sin embargo en San Google no aparece el manual y en la escuela no tuvieron a bien mencionarlo, ni siquiera de pasada. Extrañas herramientas estas del lenguaje que terminan por confundir porque hay palabras que sólo se dejan paladear sin apresar su significado. Ni a golpes con ellas.


Y hablando de la pasión por el paisaje físico y humano de Latinoamérica, estos días termino también Memoria del Fuego I, de Eduardo Galeano. Un autor uruguayo que me interesa desde hace tiempo al trazar la guía de un continente tan inabarcable en mi conocimiento e imaginación, de descalabros que fueron disfrazados por intereses impúdicos: el vencedor suele minimizar la miseria de sus actos escondiéndolos bajo el frac y los banquetes de la codicia. Será la historia no oficial, el autor toma partido, él mismo lo confiesa, incapaz de tomar distancia. Ni ganas. Y sin embargo cada fragmento se apoya en una sólida base documental, convenientemente olvidada la mayor parte de las veces, eso sí.


“El Inca Garcilaso, pues Inca era aquel nacido de un capitán de Pizarro y una prima de Atahualpa. Como América, el Inca Garcilaso de la Vega, ha nacido de una violación. Como América vive desgarrado”


Desde épocas precolombinas pasando por reconquistas indignas yo sigo en el S. XXI y no intento fustigar, sólo situarme porque nada en la historia es casual. Improvisado sí, la improvisación va en nuestra naturaleza, y a veces tendemos a confundir con la casualidad. Pero esa es otra historia que ahora no me ocupa.





Lo que nos ocupa... Ey...¿Dónde estás tú?


viernes, 8 de abril de 2011

Cuentos van

No sé cuantas veces he subido y bajado las escaleras de este centro comercial desde que llevo aquí, unas horas ya. Mientras subo me paro a contemplar las caras de los que bajan y al bajar sólo miro al suelo, me da miedo tropezar con el final de la cinta. Todas las expresiones parecen la misma, caras de impaciencia y tensas, es extraño ver alguna sonrisa, como mucho una mirada perdida. Me siento bien entre gentes que simulan tener un rumbo y aún así no están satisfechas. Mis manos resbalan con suavidad por el pasamano, el contacto con la goma debe ser lo que me tranquiliza, la estabilidad del caucho como aquella vez que, al poco de conocerle, se nos atascó el coche en un barrizal yendo de camino a la finca de sus padres. Acabamos tumbados entre las ruedas, intentando sacar el coche, sin fuerzas ya a causa de la risa, mis manos tocando los neumáticos al mismo tiempo que su lengua recorría mi cuello.


Pero ahora tengo que elegir un vestido para la fiesta de mañana y no soy capaz de bajar, decidirme a entrar en alguna tienda. Él dijo que debía ser algo informal, sin excesos pero esta vez no quiero llevar escote aunque que se empeñe. No me gustan mis tetas, nunca me han gustado, y mucho menos resaltadas, pero a él sí, me mira con ojos glotones cuando las ve y casi me da algo de miedo, no por la mirada, sino porque las ve a todas horas y no entiendo la diferencia. Nunca entiendo las diferencias, eso es cierto, pero tampoco lo digo. Hay muchas cosas que no digo y debería pero ya no se cómo, las palabras se tragan y luego no es tan fácil vomitarlas, así, sin más, y no evitar el ardor que provocan. Seguro que algún día llegaré a ser la mujer bonzo, en cualquier probador de cualquier tienda, buscando la ropa apropiada para sus gustos, arderán espontáneamente mis palabras. Y yo con ellas. Ojalá que para entonces él se encuentre conmigo y se calcine primero.


Fotografía de Parkeharrison