Me gusta este título, el de un libro de Konrad Lorenz -un libro más que aguarda en el montón- y que trata de sus observaciones sobre los gansos grises realizadas a lo largo de medio siglo. El canto, ¿graznido?, de los gansos significa eso: dar señales de dónde se encuentran, yo estoy aquí… ¿dónde estás tú? Tan parecido a la finalidad de nuestro lenguaje si lo piensas detenidamente. O eso me gusta pensar a mí. Incluso para explicarme mi afición por esto de los blogs que no siempre consigo explicarme.
Aquí estoy.
Cierro el libro, Cosas que ya no existen, de Cristina Fernández Cubas. Ganó un premio de cuentos aún tratándose de un libro de memorias, o el paso de la vida pasada por el tamiz de su literatura, ficción y realidad trazando un mismo camino. Disfruto con los cuentos que narran sus viajes por Sudamérica, pasión por un paisaje humano que compartimos, y las últimas narraciones dejan en mí un poso de tristeza y entendimiento, los que relatan las vivencias tras la muerte de su hermana. En todas las familias cuecen habas, que diría mi madre, y estas habas dejan un regusto en mi paladar a perplejidades reconocidas. La sorpresa sin placer que trastoca el mundo, transformándolo en un espacio escarpado y ya nunca más lineal. Aunque pase el tiempo. Un desconcierto que con más o menos tregua intuyo que nunca te abandona. Pegado a la piel y la mirada que a partir de entonces será otra y que no siempre reconocerás como propia, más bien dueña de unas circunstancias que devinieron de otras vidas y su final.
Qué imposible contener un nunca y dar de baja a los siempre, Gramática del adiós. Y sin embargo en San Google no aparece el manual y en la escuela no tuvieron a bien mencionarlo, ni siquiera de pasada. Extrañas herramientas estas del lenguaje que terminan por confundir porque hay palabras que sólo se dejan paladear sin apresar su significado. Ni a golpes con ellas.
Y hablando de la pasión por el paisaje físico y humano de Latinoamérica, estos días termino también Memoria del Fuego I, de Eduardo Galeano. Un autor uruguayo que me interesa desde hace tiempo al trazar la guía de un continente tan inabarcable en mi conocimiento e imaginación, de descalabros que fueron disfrazados por intereses impúdicos: el vencedor suele minimizar la miseria de sus actos escondiéndolos bajo el frac y los banquetes de la codicia. Será la historia no oficial, el autor toma partido, él mismo lo confiesa, incapaz de tomar distancia. Ni ganas. Y sin embargo cada fragmento se apoya en una sólida base documental, convenientemente olvidada la mayor parte de las veces, eso sí.
“El Inca Garcilaso, pues Inca era aquel nacido de un capitán de Pizarro y una prima de Atahualpa. Como América, el Inca Garcilaso de la Vega, ha nacido de una violación. Como América vive desgarrado”
Desde épocas precolombinas pasando por reconquistas indignas yo sigo en el S. XXI y no intento fustigar, sólo situarme porque nada en la historia es casual. Improvisado sí, la improvisación va en nuestra naturaleza, y a veces tendemos a confundir con la casualidad. Pero esa es otra historia que ahora no me ocupa.
Lo que nos ocupa... Ey...¿Dónde estás tú?