miércoles, 22 de diciembre de 2010

Cuento de Navidad

Esta niña es un poco extraña, acabamos de volver del centro comercial y no deja de llorar. La semana pasada todo fue un revuelo de llamadas telefónicas y visitas, de preguntas incisivas y recelosas que cesaron, afortunadamente, el viernes. Solo me despisté un momento, lo juro, se lo juraba a ellos, pero Carlitos siempre fue inquieto y no me dejaba pensar en el regalo de mi suegro, exigente en sus gustos, y el único que me quedaba por comprar. Es posible que el niño estuviera ya un poco aburrido después del todo el día allí y decidiera airearse o mirar de nuevo el coche por radiocontrol en la tienda de juguetes o qué sé yo, los niños son así, impredecibles, y la mayor parte de las veces un tostón, aunque esto último no se lo dijera a ellos, por supuesto, hubieran sospechado de mí vete tú a saber qué tipo de cosas. El caso es que tuve que volver hoy, con todo el jaleo de la desaparición no le pude comprar nada al abuelo.

Y ahora encima esto, tener que improvisar los regalos y pensar en cambiar la decoración de la habitación, no creo que disfrutara con los mismos juguetes y el azul no es un color para ella. Se la veía tan delicada y solitaria en el centro comercial y todo y eso a pesar de los churretes de sus lágrimas.





lunes, 13 de diciembre de 2010

Centinelas


M. pone música mientras trabajamos, y ahora no recuerdo si yo quise ser una chica Almodóvar en algún momento de mi vida o tuve ganas de gritar que he hecho yo para merecer esto. Seguro que sí a lo segundo, lo primero, aunque divertido y chic, no me cabe duda de que nunca lo deseé, no fue mi estilo de mujer por mucho que me gustara que me ataran sin excesivo celo al practicar ciertos juegos, amor, pero parecían sufrir como condenadas el peso de sus tacones y días, y yo nunca conseguí dar la talla en el sentir sufridora. El drama me repele porque me dio por pensar que la vida aspiraba a ser -poniéndole mucho empeño y buena voluntad, eso sí- una canción tarareada por un idiota y por mucho que lo intenté no logré tomarme muy en serio su canto. A pesar de Biedma y su poema más redondo, una no lo ha empezado a entender ni siquiera más tarde porque sin finalidad en sí misma pero sí en su término, la vida, no me parece muy seria que digamos, señor Biedma.

Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde.

Gil de Biedma


¿Fue Kafka quién habló de la literatura como lepra? Si por más que me fuerzo llevo un tiempo sintiéndome incapaz de penetrar la realidad y no digamos ya la belleza. ¿O no será cuestión de amor propio y poco más? Sin ganas de andar perdiendo miembros sobre el papel. Una visión un tanto gore, desagradable, lo sé. Perdonadme.

Volveremos de las ciudades quemadas
y seremos los fantasmas de nuestras propias
palabras.


Leopoldo Mª Panero

Todo esto puede parecerte prosaico pero temo haber perdido el norte de las metáforas, tanto como disfrutaba maquinando con ellas en un pasado. Pero descubrir que no eran más que un juego y que no hay metáforas posibles, que los ajustes de cuentas con la existencia siempre terminan por convertirlas en versos inanes, en silencio sin sed. Y eso sí que es serio. Tal vez fuera a lo que Biedma se refiriera ¿quién sabe?

… y que mueren de tiempo

también

las palabras

Ada Salas

Ni poemas ni metáforas pues y me cuesta desnudarme por las noches entre tanto jirón de palabras y versos extraviados prendidos a mi ropa. No desearía confundir la pasión con la calceta, no a estas alturas. La pérdida de la única guía, cuando se renunció a ellas por salud vital, puede convertirse en un pavor recurrente.